Historiador, Fundador de la Comunidad de Sant'Egidio
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Excelencias,
Estamos al inicio de este nuestro congreso “La civilización de la paz. Religiones y culturas en diálogo”. Agradezco a Su Excelencia el Arzobispo Crisóstomo que ha querido que este congreso se celebrara aquí en Chipre y que nos ha invitado a participar en esta Santa Liturgia del Domingo. La Comunidad de Sant’Egidio está agradecida de la participación de tantos Primados y Obispos ortodoxos, y aprovecha la ocasión para saludar a todos los cardenales y obispos aquí presentes.
¿Qué mejor inauguración para nuestros trabajos, para nosotros cristianos, que la Divina Liturgia de San Juan Crisóstomo? Esta liturgia nos lleva al corazón verdadero de la paz que es el mismo Cristo: “Porque él es nuestra paz: el que de dos pueblos hizo uno, derribando el muro divisorio” (Ef 2, 14).
La civilización de la paz, para nosotros, empieza aquí: del vivir y escuchar la palabra de Jesús, nuestra paz. La Liturgia es fuente de energías de paz y de amor. Vivimos en un mundo de dificultades, de divisiones, de violencias, de muros, de injusticias, de miserias. Quizás nos sentimos desanimados, hace falta mucho camino y los obstáculos son muy grandes. ¿Qué pueden hacer nuestras humildes fuerzas? Pero la paz es un don de Dios. La Liturgia, que hemos celebrado, nos lleva de hecho al reino de Cristo, el verdadero mundo de paz, es más, la verdadera civilización de la paz. Nos recuerda que la paz es ante todo un don de Dios, que nosotros tenemos que pedirle orando, amando, perdonando.
La belleza de la Divina Liturgia, que se celebra en la Iglesia de Chipre con mucho amor y según la tradición, nos muestra que la paz es bella, deseable. La liturgia transfigura los hombres, las mujeres, los pueblos. ¡Que la oración de esta Santa Liturgia pueda transfigurar nuestro mundo y convertirlo en una tierra de paz! |