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LLAMAMIENTO DE PAZ 2017
Tras días intensos, de encuentros y amistad, nos reunimos, mujeres y hombres de distintas religiones, para manifestar a todos la necesidad de abrir nuevos "Caminos de Paz". El mundo los necesita como el pan, para no quedar preso en el pasado y en el miedo. Lo invocan pueblos enteros, a los que conflictos sin fin han empobrecido y esclavizado. Lo exigen las víctimas de la violencia y de un terrorismo sin piedad. Lo imploran los refugiados y desplazados que, a causa de conflictos y desastres naturales, han tenido que abandonar su tierra.
Lo proclamamos nosotros, los aquí presentes, ante todo el mundo, en el corazón de una región que en el pasado supo reconciliar a las religiones y hacer la paz, en el corazón de una Europa que necesita estar más unida, ser más abierta y solidaria. Debemos vencer el miedo y los prejuicios que llevan a alejar al otro solo porque es diferente o porque no lo conocemos, muchas veces sin entender cuáles son sus razones.
Por eso hoy, a todos los creyentes, se les pide más audacia.
La globalización ha logrado unir economía y mercado, pero no los corazones: es necesario vivir y construir una unificación espiritual, respetando la diversidad, a través de un diálogo constante, y sin aislar nunca a nadie. Esta "unificación espiritual" puede dar mucho al mundo. Es el alma que falta y que puede traer aquella paz tan esperada.
Como representantes de las religiones del mundo, queremos mirar más allá de nuestros horizontes y construir un nuevo movimiento de diálogo. El encuentro y el diálogo desarman y detienen a los violentos. Porque sabemos que la guerra nunca es santa y que quien mata en nombre de Dios no tiene nacionalidad ni entre las religiones ni entre los hombres.
El nuestro es un no convencido al terrorismo, que los últimos meses ha herido demasiadas tierras y ha asesinado a demasiados inocentes, en el norte y en el sur del mundo.
Nos comprometemos a trabajar para eliminar las causas que son el origen de muchos conflictos: la avidez de poder y dinero, el comercio de armas, el fanatismo y el nacionalismo. Desde el final de la guerra fría, por primera vez en la historia, vuelve a emerger de manera inquietante, en extremo oriente, el riesgo de un conflicto nuclear. ¿Qué pueden hacer los creyentes? Quizás más de cuanto ellos mismos esperan e imaginan.
¡Ante todo rezar! Como esta tarde, en los distintos lugares de esta ciudad y en esta plaza: una gran Oración por la Paz. Y también nuestro estar juntos con distintas religiones, que ha crecido en estos años, es un signo de paz y ya ha creado una red de prevención de conflictos.
Se espera mucho de nosotros. Esperan mucho los humildes y los pobres de la tierra. Es una gran responsabilidad: no podemos dejar que prevalezca la resignación o, peor aún, la resignación. Lo dijimos el año pasado en Asís, en el 30 aniversario de la Oración por la Paz impulsada por Juan Pablo II, que la Comunidad de Sant’Egidio ha invitado a repetir cada año: "La paz es el nombre de Dios" –se leía en el llamamiento–. "Quien invoca Su nombre para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra, no camina por Su sendero". Por eso hoy, con la ayuda de Dios y el apoyo de muchos, queremos comprometernos solemnemente a abrir, en nuestro mundo, nuevos "Caminos de Paz".
Münster – Osnabrück, 12 de septiembre de 2017
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