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Los habitantes de la región disminuyen, los ancianos napolitanos, en cambio, aumentan. La Campania todavía es una región joven, pero los ancianos ya hoy son muchos y su número va en rápido aumento. Dentro de 40 años, en 2051, la Campania alcanzará la media nacional; el número de ancianos se doblará y llegará al 33% de la población. Para estos ancianos existe una prioridad: garantizar una buena calidad de vida para todos, con instrumentos simples y eficaces: por ejemplo, la asistencia a domicilio. La buena noticia es que el programa “Viva los ancianos”, experimentado en los barrios de Roma de Trastevere y Testaccio, llega también a la capital partenopea. Este programa junto al proyecto de asistencia a domicilio “En casa es mejor” (que funciona desde 2006 en Nápoles) es la nueva propuesta de la Comunidad de Sant’Egidio y de Enelcuore onlus para la población anciana napolitana. El programa ya experimentado en Roma desde hace varios años, ayudará a 600 ancianos del barrio de Sanità. Prevé un control “puerta a puerta” para conocer con precisión la situación de los ancianos y un control telefónico para hacer frente al aislamiento debido a la soledad y al abandono; la puesta en marcha de redes de proximidad en las que participen comerciantes, porteros, vecinos, trabajadoras inmigrantes, médicos, etc.; en los casos de situaciones problemáticas, la activación de la asistencia ligera o la asistencia a domicilio. De ese modo el barrio de Sanità podrá ser un modelo para toda la ciudad, las instituciones, el sur de Italia. Ya ha empezado la primera fase del programa. ALGUNAS HISTORIAS Historia de M.: Una red de vecinazgo que salva la vida
En el barrio de Sanità el Programa “Viva los ancianos” todavía no existe, al menos por ahora. Pero redes de vecinos activos y solidarios sí. Ya existían hace unos años cuando M., una señora anciana amiga de la Comuniadd de Sant’Egidio, cayó en casa y no pudo pedir ayuda. En el barrio de Sanità había desde hacía muchos años un centro de repaso escolar para niños de la escuela primaria, y un “muchacho” de la Comunidad de Sant’Egidio, Francesco, se había fijado en aquella mujer anciana valiente y buena, que había acogido en su casa a su hermana muy enferma y la había cuidado hasta el final. De ahí había nacido una amistad hecha de visitas y de conversaciones. Los vecinos habían visto que Francesco la iba a visitar y habían percibido la simpatía que sentía, y entendieron que Francesco era para M. un punto de referencia. Cuando se dieron cuenta de que la anciana hacía más de 24 horas que no salía, no abría la ventana, pensaron en llamar a Francesco: “Francesco, la señora M. no abre la ventana, no contesta”. Como habían previsto con razón, Francesco va en seguida: y encuentra una situación grave. M. estaba tendida en el suelo desde hacía horas, porque había caído junto a la cama y no se podía levantar. Había que llevarla a urgencias. Tras los primeros auxilios en el hospital que le salvan la vida, M. empieza la rehabilitación, y al cabo de poco por suerte vuelve a casa. M., aunque está débil y frágil, logra quedarse en su casa, en el ambiente en el que siempre ha vivido, rodeada por la simpatía de los vecinos, que conocen su historia, y los comerciantes, que le llevan la compra a casa. En el barrio de Sanità el programa “Viva los ancianos” todavía no existe, pero hará justamente lo que hizo Francesco: crear una relación directa y constante con los ancianos de más de setenta y cinco años, a través de un contacto con la red de vecinos y comerciantes del barrio, para evitar las consecuencias graves y gravísimas del aislamiento.
Historia de C.: Pequeñas soluciones para grandes problemas
C. tiene ochenta años, vive en un bajo pequeño y acogedor del barrio de Sanità.
No está casada, no tiene parientes en el barrio; es bajita, y tiene una cierta malformación en las piernas. Tiene un problema cada día: no puede cerrar la ventana porque el asa está demasiado arriba. C. corre el peligro de caer si intenta cerrarla ella sola. La alternativa es dejar la puerta abierta, pero hay el peligro de que reciba visitas inesperadas. Piensa: “Podría pedir ayuda a la peluquera. En el fondo la conozco desde que era joven, está en mi misma calle. No le costaría mucho por la mañana y por la tarde abrir mi ventana”. Pero las peluquerías cierran los lunes. ¿Qué podía hacer? La peluquera habla con el personal de “En casa es mejor” para que también el lunes haya alguien que ayude a C. Y así se resuelve un primer pequeño gran problema. La anciana, obviamente, no solo necesita eso para quedarse en casa; la asistencia a domicilio se ocupa de ella globalmente y la ayuda en muchas cosas. También a cuidar su salud, algo que sola no sabía hacer en el momento necesario y adecuado. Cuando tuvo que guardar cama fue necesaria también una ayuda suplementaria para la limpieza de la casa. Todo eso permitió que C. se quedara en su barrio, cerca de la peluquera, su vieja amiga. En el fondo esta historia empezó y fue posible gracias a ella. Esta red de solidaridad es la protección que el programa “Viva los ancianos” promoverá por todo el barrio, con vecinos, médicos, porteros, farmacéuticos, etc. Y quién sabe, a lo mejor también con otras peluqueras...
Historia de Luisa y Vincenzo: Una buena noticia que alarga la vida
Luisa y Vincenzo viven en su casa del barrio de Sanità. Ambos están enfermos..
Luisa, en especial, ya no puede hacer el trabajo de casa, al menos el más duro. Vincenzo se equivoca al tomar los medicamentos que su médico le ha recetado. Además, no tiene clara la dosis que tiene que tomar: a veces parece que la dosis es excesiva, a veces parece que su efecto es demasiado flojo. Sus dos hijos, Angela y Luigi, viven cerca, pero no pueden ir tanto como querrían: ambos trabajan y tienen horarios rígidos y largos. Además tienen problemas en sus propias familias. ¿Qué se podía hacer? Probablemente, como dicen todos, “la única solución, aunque a regañadientes, es ponerles en una residencia. Allí, al menos, hay personal que, a diferencia de nosotros, los hijos, está siempre presente”. Pero una mañana el charcutero le da una buena noticia totalmente inesperada a Angela: le dice que ha conocido a algunos jóvenes que forman parte del proyecto “En casa es mejor”. Asisten a los ancianos del barrio de Sanità en su casa. Le da inmediatamente el número de teléfono, y solo dos días después personal del programa, junto a Angela, van a casa de Luisa y Vincenzo, para conocer su situación. Una situación muy seria. Hace falta material para las tareas de la casa: desde la preparación de las comidas, hasta la limpieza de cada día o la limpieza a fondo, desde la higiene de cada día hasta los desplazamientos dentro de casa. Y sobre todo, hay prisa, porque Luisa y Vincenzo corren el peligro cada día de ponerse mal y no poder hacer frente a las dificultades improvisadas asociadas a la enfermedad. Con su experiencia de asistencia a muchos ancianos del barrio, el personal del proyecto se sabe “mover” bien. Con la ayuda de una persona extranjera que han encontrado, en pocas semanas la situación de la casa mejora claramente. Ahora, gracias a la ayuda de esta persona, Vincenzo ya no se confunde cuando toma medicamentos y los resultados saltan a la vista. Luisa se sienta aliviada de la tristeza de no poder hacer aquellas labores de casa que tan bien hacía antes. Además, tiene una compañía femenina, a la que puede recurrir para cualquier cosa. El personal del programa también han empezado los trámites para que reciban visitas a domicilio en medio del estupor de Luisa y Vincenzo, que por primera vez ven a un médico ir periódicamente a visitarles. También han logrado obtener aquellas ayudas para las actividades de cada día que tanto necesitaban, y el fisioterapeuta tres veces por semana: ¡parece un sueño! |
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