En el C.I.E. (Centro de Identificación y Expulsión) de Ponte Galeria, cerca de Roma, el lunes de Pascua fue una tarde de fiesta. Unas 50 mujeres nigerianas, chinas, ucranianas, gitanas y latinoamericanas se reunieron en el comedor, preparado para una fiesta.
En el CIE están retenidos los inmigrantes que no disponen de permiso de residencia y esperan ser expulsados. La permanencia forzada en el centro a menudo tiene por objetivo la identificación de las personas que deberán ser repatriadas y puede durar muchos, hasta 18 meses, según la ley. Un tiempo que parece no tener final que se ven obligados a pasar sin hacer nada hombres y mujeres que esperan ser expulsados. Cada día puede ser el día de la liberación, pero también el de la temida repatriación.
Desde el mes de enero la Comunidad de Sant'Egidio, que organiza desde hace años la gran fiesta de Reyes con los hombres, las mujeres y los trabajadores del CIE, ha obtenido el permiso para visitar continuamente a las personas allí ingresadas. Es la ocasión para escuchar sus historias que manifiestan a veces, además de grandes sufrimientos personales, también elementos de esperanza y la posibilidad de defender sus derechos buscando una orientación para su futuro.
Pronto también en el CIE empezará la escuela de italiano, dando así más palabras a una amsitad que en estos meses se ha consolidado de semana en semana en la solidaridad con todos. Fidelis, un joven nigeriano, sabiendo que la Comunidad de Sant'Egidio ayuda a quien lo necesita, compró con sus bonos semanales (que recibe cada persona ingresada en el centro para compras menores dentro del centro) una gran cantidad de bombones y zumos de fruta, y los entregó para que los repartieran "entre los que, tanto sin son italianos como si son extranjeros, lo necesitan más que yo".
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