Cardenal, Arzobispo de Cracovia, Polonia
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1. El Encuentro Internacional por la Paz “Hombres y Religiones” llega a su término. En nombre de la Iglesia de Cracovia y también –me atrevo a decir– en nombre de todos los habitantes de Cracovia, doy las gracias a todos aquellos que de algún modo han participado en el Encuentro. Doy las gracias por su presencia, por su reflexión, por su oración y por su amistad. Doy las gracias por los tres días de trabajo en las obras en las que hemos forjado la paz.
2. La paz es un don de Dios. La paz nace en el corazón del hombre, que considera a los demás como hermanos y hermanas. La paz es obra de las comunidades y de los pueblos que, conservando su identidad, se reúnen en la gran familia de los pueblos, y participan en una sorprendente sinfonía de lenguas, culturas y tradiciones.
La paz es un don frágil. Se ve amenazada por el egoísmo personal del hombre y por el egoísmo colectivo de las sociedades. Se ve amenazada por la falta de respeto por la diversidad. Se ve amenazada cuando actuamos según la ley de la fuerza y de la violencia y cedemos a la tentación del terrorismo. Se ve amenazada por la falta de solidaridad, sobre todo hacia los pobres y las víctimas de la injusticia.
3. El Encuentro por la Paz “Hombres y Religiones” ha querido recordar con fuerza que ninguna religión y ninguna fe puede ser chispa de conflictos, violencias y guerras. El nombre de toda religión es la paz, porque la paz es el nombre de Dios. Los participantes en el Encuentro no se han reunido para competir y luchar, sino para construir juntos vínculos recíprocos de fraternidad y reconciliación, vínculos sobre los que se sustenta la obra de la paz.
4. Estamos agradecidos porque la invocación de paz se ha elevado hasta el cielo de Cracovia, ciudad de la paz. Desde la ciudad del peregrino de paz Juan Pablo II, que salió de aquí para servir al hombre y anunciar la paz a la tierra inquieta.
Nuestra invocación de paz se ha esparcido por el mundo entero en estos días, en los que recordamos el setenta aniversario del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Hoy nos hemos convertido en peregrinos en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau, calvario del siglo XX, y nos hemos dado cuenta de la monstruosa forma que puede asumir el mal. Hemos confiado al Señor Todopoderoso a las víctimas inocentes del odio, entre las que figuran las hijas y los hijos del pueblo judío, gitano, ruso, polaco y de los demás pueblos europeos. Hemos rezado para que no se repita jamás esta tragedia.
Nuestra invocación de paz se eleva en el veinte aniversario de la caída de los regímenes totalitarios en Europa centrooriental. Deseamos profundamente que todos los pueblos de la faz de la tierra vivan en libertad, libres de dictaduras e ideologías enloquecidas.
5. Doy las gracias a todos aquellos que han contribuido a organizar y llevar a cabo el Encuentro Internacional por la Paz. Que todas las instituciones y personas se sientan incluidas en este agradecimiento. Expreso una gratitud particular a la Comunidad de Sant’Egidio, que con la archidiócesis de Cracovia, ha preparado el Encuentro. Doy las gracias a la Comunidad por su fidelidad a la herencia de Juan Pablo II, por haber mantenido viva la memoria de aquella realidad llamada Asís.
¡Gracias por el Espíritu de Asís en Cracovia!
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