Comunitad di San Egidio

Las Fronteras del Di�logo:
religiones y civilizaciones en el nuevo siglo

Meeting Internacional Hombres y Religiones - Barcelona 2-4 de septiembre de 2001


Bas�lica de Santa Mar�a del Mar, 2 de septiembre de 2001, a las 10.30 horas
Homil�a del 
Sr. Cardenal Ricard Maria Carles
en la solemne celebraci�n eucar�stica 
del Encuentro Interreligioso Internacional por la Paz

 

Venerables hermanos y representantes ecum�nicos, queridos representantes de las dem�s religiones, queridos todos, hijos e hijas de Dios:

Permitidme que os dirija esta salutaci�n, como lo hago de manera habitual, llam�ndoos "hijos e hijas de Dios", ya que esta es la condici�n que, como creyentes, sabemos que todos tenemos ante Dios: ser hijos e hijas suyos, haber salido de sus manos, estar llamados a retornar a �l un d�a y participar de la plenitud de vida y de amor que es Dios.

Los textos de la misa de hoy son una invitaci�n a considerar a Dios como bondad y como amor y a extender este amor a nuestros hermanos y hermanas. Dios es bondad y clemencia, Dios es la fuente de la bondad. Y esto hace surgir en nosotros la gran esperanza de ser escuchados por �l, si nos acercamos a �l con coraz�n puro y sincero.

"Compad�cete de mi, Se�or, que todo el d�a clamo a Ti, Se�or, T� eres indulgente y bueno, rico en el amor para todo el que te invoca".

Con esta confianza, y como primer acto de nuestro Encuentro Internacional Interreligioso por la Paz, nos ponemos en su presencia en esta sagrada liturgia y le pedimos con la colecta de la celebraci�n eucar�stica de este domingo:

"Dios todopoderoso de quien procede todo bien, siembra en nuestros corazones el amor de tu nombre, para que, haciendo m�s religiosa nuestra vida, acrecientes el bien en nosotros y con solicitud amorosa lo conserves. Por Nuestro Se�or Jesucristo...".

Que la gracia y el Esp�ritu de Dios nos acompa�e en nuestro Encuentro. Que nos abra el coraz�n para escuchar las preguntas que nos formulen nuestros hermanos y hermanas participantes en el Encuentro y que provienen de los cuatro puntos cardinales de la Tierra. Se trata de preguntas que no s�lo reflejan las preocupaciones que cada uno lleva en su coraz�n, sino tambi�n las preocupaciones y las angustias, las alegr�as y las esperanzas de sus conciudadanos. Que nuestro Encuentro est� presidido por el Esp�ritu de Pentecost�s, que es esp�ritu de encuentro en la diversidad, bajo la luz del Esp�ritu de Dios, y que no caigamos en el esp�ritu de Babel, que es esp�ritu de b�squeda del poder contra la primac�a de Dios y de confusi�n y enfrentamiento entre los hombres.

Entremos en nuestro Encuentro con esp�ritu de humildad, dispuestos a aprender, a enriquecernos con las aportaciones de nuestros hermanos y hermanas. Dejemos al margen todo esp�ritu de emulaci�n o de superioridad, m�s dispuestos a "ocupar el �ltimo lugar" -como nos recomienda el evangelio de hoy- que no los primeros lugares, sinti�ndonos superiores a los dem�s.

Si alguna voz ha de ser potenciada, en nuestro di�logo de estos d�as, que sean los pobres, los marginados, los abandonados, los olvidados del mundo, aquellos que son tenidos como poca cosa. Que Dios nos ayude a escuchar, estos d�as, la voz de los que no tienen voz, la voz de los pobres de nuestras sociedades desarrolladas y de los pobres de las sociedades menos desarrolladas, los pobres de bienes materiales y los pobres en recursos culturales y espirituales.

Ser�a un gran motivo de alegr�a para todos nosotros si de este gozoso Encuentro de Barcelona se pudieran decir tambi�n estas palabras del Evangelio:

"Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos. Dichoso t�, porque no pueden pagarte; te pagar�n cuando resuciten los justos".

Nuestro Encuentro, si lo mueven este esp�ritu y estos prop�sitos, podemos decir, para terminar, que ser� una anticipaci�n en la tierra de aquella ciudad celestial que es nuestra patria definitiva y de aquel Reino de Dios que Jes�s ya ha iniciado misteriosamente en este mundo, aunque s�lo tendr� su plenitud en el mundo definitivo.

Que nuestro Encuentro sea aquella beata pacis visio que caracteriza a la monta�a de Si�n, la Jerusal�n del cielo, de la que nos ha hablado la segunda lectura, "a la asamblea de los primog�nitos inscritos en el cielo", bajo la mirada bondadosa de Dios, "juez de todos", y con la intercesi�n de "las almas de los justos que han llegado a su destino" y sobre todo con la presencia entre nosotros de Jes�s, "el Mediador de la nueva Alianza". As� sea.