Comunità di Sant'Egidio - Napoli 2007 - Per un mondo senza violenza - Religioni e Culture in dialogo Comunità di Sant'Egidio - Napoli 2007 - Per un mondo senza violenza - Religioni e Culture in dialogo
 

Andrea Riccardi - Fondatore della Comunità di Sant’Egidio

Copyright � 2007
Comunit� di Sant'Egidio

21/10/2007 - 17:30 - Teatro S.Carlo e collegamento con la Piazza
Assemblea Plenaria

Andrea Riccardi
Fondatore della Comunit� di Sant�Egidio

Se�or Presidente de la Rep�blica de Tanzania,

Se�or Presidente del Ecuador,

Se�or Presidente del Consejo de Ministros, Romano Prodi,

Santidad,

Beatitudes,

Ilustres Representantes de las Iglesias cristianas, de las Comunidades eclesiales y de las Grandes Religiones Mundiales,

Un humo de pesimismo insidia a menudo nuestros ojos. No logramos ver el futuro. Siempre se pueden encontrar razones para justificar el pesimismo. Existen. Muchas razones se encuentran en la violencia cotidiana en los rincones del mundo. Violencia terrorista, violencia criminal en un mondo que, para m�s de la mitad de la poblaci�n, es urbanizado. Mundo de ciudades m�s que de campo. Violencia de la guerra, ennoblecida con facilidad, como instrumento normal y necesario para solucionar los conflictos. Son muchas las razones que justifican el pesimismo, hijo de un gran miedo de los dem�s. El humo del pesimismo no deja ver el rostro humano del otro y, en el fondo, justifica la violencia. El pesimismo en cambio parece la verdad ineluctable de la historia.

Pero el miedo, para pueblos, naciones, culturas, no es solo sentimiento. Se convierte en pol�tica. Es la incapacidad de un gran dise�o que hace que un pa�s y el mundo sean mejores. El miedo se convierte en cultura. Es la cultura del desprecio por el otro, porque pertenece a otra religi�n, a otra etnia, es distinto. La cultura del desprecio es antigua como la historia del hombre pero, en este tiempo de globalizaci�n, tiene una reviviscencia impresionante. Somos muchos. Nos queremos proteger y separar de los dem�s.

El virus del desprecio produce efectos da�inos y a largo plazo. Queridos amigos, el desprecio hacia el pueblo hebreo produjo el Holocausto. El desprecio ha destruido puentes fecundos entre musulmanes y cristianos, construidos en el pasado. La seguridad del desprecio alimenta el terrorismo en nombre de la religi�n, que golpea sin ver el rostro de quien tiene delante. El desprecio, d�a tras d�a, excava abismos.

Si realiza a menudo aquella cadena mortal de la cual escribe el profeta Oseas: �Si siembran viento, cosechar�n tempestad�. Pero hoy parece que no haya miedo por la tempestad que est� llegando; que no se tema el abismo por el que se camina.

Ante un mundo tan grande, en el cual gracias a la globalizaci�n vemos todo somos presa de un p�nico de lo inmenso. M�s a�n el v�rtigo de la globalizaci�n. Y tenemos miedo. Miedo, desprecio, en el fondo pereza mental, contraposiciones, agresividad, desinter�s� todo se puede adscribir a un mundo prisionero del v�rtigo de la globalizaci�n.

Claro, en el mundo de hoy, se siente la nostalgia de una interpretaci�n omnicomprensiva. La proporcionaban las ideolog�as, que acabaron. Eran �dolos que daban la seguridad de tener entre las manos la f�rmula para luchar para un radiante porvenir. As� pues se quebr� el providencialismo de la econom�a que, con el desarrollo de los mercados, promet�a paz y libertad. Vimos que la democracia no es un mesianismo al cual convertir, sino una historia que construir dentro de pueblos concretos. Entonces, �despu�s de la edad de las ideolog�as, despu�s de las ilusiones de la d�cada de los noventa, llega el tiempo del pesimismo y de las razones de la fuerza?

Interpretar el horizonte internacional como choque de civilizaciones y de religiones es ideol�gico: significa querer encontrar un motor de la historia, como hac�an las ideolog�as. Pero tiene una repercusi�n concreta: lleva a despreciar al otro y a creer que en su destino, en sus cromosomas religiosos, est� escrita la guerra contra m�.

La renuncia a pensar en un destino com�n de la humanidad, en un bien com�n, que es en primer lugar la paz, se alimenta de la ilusi�n de que existe mi paz, prescindiendo de la paz de todos. La renuncia a trabajar por un destino com�n de la humanidad lleva a rehabilitar la guerra y no garantiza la paz para m�. Hoy la paz es m�s global que ayer.

�Son ilusiones ante un destino inevitable o a poderosas fuerzas de la historia? El hombre creyente sabe que no hay nada inevitable. La historia es rica en cambios repentinos y milagros. Es rica en momentos inesperados, en fuerzas sumergidas que emergen. Lo digo, con convicci�n personal y con la de mis amigos de Sant�Egidio: convicci�n que nace de confrontarse cotidianamente con las heridas de los pobres y de los pa�ses pobres, porque no somos profesionales del di�logo, sino amigos de los pobres y hostiles a la guerra, madre de todas las pobrezas. De ah� el amor por el di�logo.

El esp�ritu tiene una fuerza, humilde y humillada, que puede mover monta�as. La Pira, un gran italiano, hombre del encuentro, escribi� a Juan XXIII en 1959: �La oraci�n es una fuerza hist�rica que mueve los pueblos y las naciones�. En Birmania hemos visto la fuerza desarmada de los monjes: y hoy escucharemos a uno de ellos. Hace quince a�os, en Mozambique, vimos el milagro de la paz de un pueblo que se reconcilia, por el que Sant�Egidio ha trabajado mucho (y siento el deber de saludar a los amigos mozambique�os, entre los que saludo con gran respeto a la Sra. Guebuza). Los hombres y las mujeres del esp�ritu tienen una fuerza profunda.

Los l�deres religiosos, que respondieron a la convocatoria de N�poles, lo hicieron porque no ceden al pesimismo. Creen que la realidad no es solo la que se ve, que se compra, que se gana con la lucha, que se conquista: es tambi�n el mundo del esp�ritu. Lo dicen las grandes religiones con lenguas, teolog�as, distintas. Las religiones no son ni iguales ni equivalentes. No lo digo solo como creyente, sino como persona que se dedica a la vida de los pueblos. Todas las religiones recuerdan, en maneras diferentes, que el esp�ritu da la vida, que el esp�ritu hace vivir y que sin el esp�ritu se construye un mundo en el cual nos ahogamos.

El mundo del esp�ritu no es una realidad premoderna, eliminada por el progreso. Es antigua como las monta�as, dec�a Gandhi. Pero es una estructura decisiva de la existencia humana.

Los l�deres religiosos que respondieron a la convocatoria de N�poles manifiestan su inter�s por estar juntos. Sabemos bien que las religiones pelearon y rivalizaron. Pero tambi�n es verdad que las corrientes espirituales profundas las atravesaron y las hermanaron. �C�mo no recordar el monaquismo que, en diferentes mundos religiosos, de Asia a Occidente, inspir� existencias humanas y herman� historias de esp�ritus? Hay una historia secreta de comunicaciones �ntimas entre los creyentes y entre los santos. Ning�n hombre es una isla, dec�a el grande monje Thomas Merton; pero adem�s ning�n mundo, ninguna religi�n es realmente una isla.

Los religiosos, respondiendo a la invitaci�n de N�poli, dicen con voz alta y fuerte que tienen la intenci�n de dialogar y que creen en el di�logo. �Es una moda? El di�logo es algo intr�nseco a las religiones: nace en la misma oraci�n que es di�logo, aunque es silencio, escucha, y en cualquier manera afirman que no somos autosuficientes, sino necesitamos a Aquel que est� mucho m�s all� de nosotros.

Los l�deres religiosos dan muestra de los tesoros de sabidur�a, tesoros bru�idos por siglos de historia y por las vivencias de millones de creyentes. �Si no se espera nada del otro, el di�logo nace ya muerto�, escribi� el monje Enzo Bianchi. �Qu� tristeza cuando millones de hombres con su amor, su dolor, su fe, no significan nada para m� y no espero nada de ellos! La expectativa de los dem�s, que son distintos, es el inicio de la esperanza y la base de la amistad: los dem�s, que no creen como yo, existen, me interesan, merecen respeto, tienen algo que decirme, vivo con ellos� Confluir hacia un lugar de di�logo, hoy N�poles, demuestra que las religiones no quieren el distanciamiento sino el di�logo. El di�logo ayuda al esp�ritu a soplar con m�s fuerza. Saludo con gratitud a las insignes personalidades aqu� reunidas, que nos dan esperanza.

Confluyen en N�poles. La invitaci�n que han aceptado les ha llegado de la Comunidad de Sant�Egidio, a la que muchos de ustedes han acompa�ado a lo largo de m�s de veinte a�os de camino en el esp�ritu de As�s. Pero la invitaci�n viene de esta Iglesia de N�poles y de su arzobispo, el cardenal Sepe, que vive unos momentos complicados en una ciudad grande, hermosa, pero llena de problemas. N�poles, en el mundo, tiene una imagen de ciudad de violencia. Es cierto que en N�poles existe violencia, al igual que en otras grandes ciudades del mundo. Pero est� floreciendo una gran esperanza. El cardenal Sepe, arzobispo de N�poles, es testigo y protagonista de una nueva etapa de esperanza en esta ciudad, hermosa y fuerte: es una etapa que ahonda sus ra�ces sobre todo en motivos espirituales. Junto con el cardenal, gran amigo m�o desde hace muchos a�os, aprovecho la ocasi�n para saludar al Presidente de la Regi�n, al Presidente de la Provincia y al Alcalde de N�poles, y agradecerles por cuanto han hecho para nuestro encuentro.

La invitaci�n para venir a N�poles sigue la estela del inolvidable encuentro de As�s que Juan Pablo II quiso celebrar en 1986: �Aquel encuentro �escribi� a la Comunidad de Sant�Egidio aquel Papa� ten�a una fuerza espiritual desgarradora: era como una fuente a la que se vuelve� una fuente capaz de desencadenar nuevas energ�as de paz�. �Lo fue y lo ser� cada encuentro en el nombre de la paz!

Religiones milenarias no ceden ante la resignaci�n, provocada por la emoci�n del momento o de una imagen televisiva. Desde siempre el valor de la paz est� vinculado al mundo del esp�ritu. Los espirituales pueden y deben hablar de los problemas del mundo (y lo haremos en estos d�as): lo har�n con pol�ticos, hombres de cultura, laicos. En este tiempo es muy necesario dialogar, cuando se dibujan en el horizonte fuerzas desestabilizadoras, terrorismo, amenazas de guerra y de una guerra que puede sobrepasar un territorio.

�Hace falta una nueva audacia para hablar de paz en el nombre del esp�ritu y del hombre! Es una nueva iniciativa que debe florecer en las encrucijadas de la historia, en los lugares de oraci�n. Debe florecer en la cultura y en la pr�ctica de la convivencia, en el arte del di�logo, en la sinceridad de la amistad. Se ha avanzado mucho, pero ahora la situaci�n exige algo m�s. Hace falta una iniciativa convincente de paz. Cuando florecen el di�logo y el esp�ritu se crea simpat�a entre los hombres, los pueblos y las religiones. Simpat�a que todos necesitamos, que los humildes necesitan, que las civilizaciones necesitan, ante el lento proceso de distanciamiento entre mundos y civilizaciones, que corre el peligro de provocar terremotos.

El florecimiento del di�logo de paz y en el esp�ritu debe reunir a multitud de mundos que van hacia el distanciamiento. Hay fronteras delicadas, como las de la relaci�n entre Asia y Occidente, sobre la que se negocia mucho y se reflexiona poco; las de la vital relaci�n entre �frica y Europa. �frica, que a menudo queda apartada al margen de la historia, tiene una funci�n vital. Y aprovecho la ocasi�n para saludar con respeto y amistad al Presidente de la Rep�blica de Tanzania, un pa�s en el que musulmanes y cristianos viven juntos en paz y en simpat�a. Hay fronteras delicadas como las de la Uni�n Europea. Recientemente el Presidente Prodi ha contribuido enormemente para que sean una propuesta de civilizaci�n en el mundo. Lo saludo y le doy las gracias por su presencia y su inter�s. El distanciamiento de los mundos produce separaci�n y posteriormente violencia.

La violencia ha sido la compa�era de viaje del gran y dram�tico siglo XX. La paz que se esperaba al final del siglo no lleg�. La violencia ha significado muerte, privaci�n de libertad y vidas atropelladas. La violencia quiere destruir la humanidad del hombre y hacer de �l un no-hombre. Esta era la violencia del gulag y del lager. Es la violencia que utiliza los s�mbolos religiosos. La declaraci�n del B�sforo, bajo los auspicios del patriarca Bartolomeo, afirma: �La explotaci�n de los s�mbolos religiosos para apoyar la causa de un nacionalismo agresivo es una traici�n de la universalidad de la fe��.

El siglo pasado conocimos muchas violencias: la de la econom�a, la de dejar morir a multitud de personas de sida por falta de cuidados; la violencia absurda contra las mujeres, con la que se quiere humillar a la compa�era y la madre del hombre; y, por �ltimo, la in�til pero reveladora violencia contra los lugares de culto (sinagogas, mezquitas, iglesias, templos) que quiere borrar la pista de la vida espiritual de la tierra de los hombres. Un lugar de oraci�n, aunque ya no se utilice, recuerda siempre que la paz es el nombre de Dios: es un monumento de paz y de esp�ritu.

Hoy el mundo necesita una iniciativa desinteresada de paz en el nombre del Esp�ritu. Es conquistar los corazones al respeto del hombre. Es hacer crecer en las mentes el sentido de la unidad de la familia humana. Es, en definitiva, una cultura del esp�ritu que libra de la violencia y de sus ra�ces. Las religiones pueden hacer mucho, si escuchan el grito de dolor y la petici�n alarmada que llega de tantos lugares del mundo. Benedicto XVI (y estamos emocionados por las palabras de aliento que hoy ha dirigido a una delegaci�n de esta asamblea), con serena claridad, ha afirmado: �El esp�ritu de As�s, que desde aquel evento contin�a difundi�ndose por el mundo, se opone al esp�ritu de violencia, al abuso de la religi�n como pretexto para la violencia�.

Por eso estoy convencido de que estos tres d�as en N�poles, de di�logo, de amistad, de oraci�n, reforzar�n un v�nculo que permitir� que los mundos religiosos est�n menos solos, que la paz sea m�s fuerte, que las religiones sean m�s amigas. El esp�ritu de As�s se convierte en esp�ritu de N�poles, quiere ser el esp�ritu de un mundo de paz