Programa: Liberar a prisioneros
Las cárceles en África

La pobreza que asola a gran parte del continente africano es evidente de manera dramática en las cárceles y en las condiciones de vida de los detenidos.

Se trata mayoritariamente de jóvenes (<25 años) que provienen de las ciudades, pero también de las zonas rurales. La vida en la cárcel es especialmente dura y difícil. A la privación de la libertad se añaden en primer lugar unas graves carencias higiénico-sanitarias. Los detenidos duermen por el suelo, los más afortunados disponen de una esterilla, los servicios higiénicos son pocos y están en mal estado, la alimentación es insuficiente y los que no tienen parientes que les lleven comida, porque viven lejos o son pobres, pasan hambre. Muchos detenidos no tienen ropa para cambiarse y visten la misma ropa durante meses. No hay sábanas y el jabón es un producto de lujo, que sólo reciben dos o tres veces al año. La mayor parte de las cárceles están sobrepobladas; falta espacio vital. En Madagascar la cárcel de la capital, construida para 800 personas, alberga a 3.000. En Abiyán, en Costa de Marfil, la “maison d’arrêt et de correction”, para 1.500 detenidos, acoge a más de 4.500.


A menudo el mayor problema de los detenidos es obtener la excarcelación incluso cuando procede. En muchos países africanos, de hecho, la ley no pone límites a la prisión cautelar y a esta circunstancia se añade el hecho de que muchos juicios no se celebran, ni se emite sentencia. En gran parte de los casos, los presos terminan en la cárcel por delitos “menores”, pequeños hurtos como el de una manzana, una pastilla de jabón o dos gallinas. Por estos pequeños hurtos a menudo hay que cumplir largas condenas. A veces, cuando el preso –pobre, porque los que cometen este tipo de delitos suelen ser pobres– no puede pagar los gastos legales o no puede pagar la sanción, corre el riesgo de quedarse en la cárcel durante muchos años.

En muchos países africanos, de hecho, la pena está formada por dos partes: una detentiva y una pecuniaria. Para recobrar la libertad hay que pagar una cantidad de dinero que incluye también los gastos legales. Los que no pueden hacer frente a este pago se quedan en la cárcel más tiempo.

En las cárceles es fácil contraer enfermedades, incluso enfermedades graves, y hay grave riesgo de morir. Broncopulmonía, malaria, tuberculosis y sida, cólera y otras enfermedades intestinales atacan a personas que, siendo ya débiles por la pobreza, están en condiciones aún más delicadas a causa de la reclusión. En las enfermerías, cuando existen, no hay fármacos ni posibilidades de seguir una terapia. En algunas situaciones las probabilidades de morir son elevadas.

Así, a veces, las detenciones equivalen a condenas a muerte no dictadas.

“…me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”
(Lc 4,18)

La Comunidad de Sant’Egidio y el servicio en las cárceles en África

La Comunidad de Sant’Egidio está en las cárceles de 15 países de África gracias a la dedicación de las comunidades locales. Se trata de una presencia capilar que llega tanto a grandes centros de detención, en algunos de los cuales también hay condenados a muerte, como a pequeñas cárceles de distritos rurales. Este servicio tiene por objetivo en primer lugar mejorar las condiciones de vida de los presos y garantizar y promover el respeto de los derechos humanos, entre los que figuran los derechos fundamentales para la supervivencia y la dignidad: alimentarse, lavarse, vestirse y la higiene.

Además se organizan cursos de alfabetización y cursos profesionales para evitar un eventual retorno a la cárcel.

La Comunidad también organiza cursos de escuela primaria, en particular a favor de los menores detenidos (cuyo número aumenta de manera preocupante) para darles la posibilidad de continuar estudiando mientras están detenidos y obtener un diploma. Estos jóvenes participan en las actividades de las escuelas de paz, los centros para menores de la Comunidad de Sant’Egidio, y muchos de ellos, cuando salen de la cárcel, gracias a la adopción a distancia, pueden gozar de una beca de estudios y continuar estudiando como internados en escuelas.

La amistad de la Comunidad se traduce en:

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