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Ayuda a la Comunidad |
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Uvira (República Democrática del Congo) – Tras el trágico asesinado de Sophie Zabibu, una anciana amiga de la Comunidad, las Comunidades de Sant’Egidio de la región del Kivu renuevan su alianza con los ancianos Se llamaba Sophie Zabibu Mulondala, tenía 80 años y era amiga de la Comunidad desde hacía algunos años, desde que la Comunidad de Sant’Egidio de Uvira había empezado un servicio con los ancianos del barrio de Rombe. Fue acusada de haber provocado la muerte de su nieta mediante brujería. La gente del barrio empezó a tirarle piedras y a apalearla, hasta que la mató. También su hijo, que quería defenderla, fue asesinado. Esta muerte absurda y violenta ha sacudida a las comunidades de la región de Kivu (la parte más oriental de la República Democrática del Congo) que han hecho una reflexión sobre cómo proteger la vida de los ancianos. Los ancianos en el Congo viven una situación social y económica muy difícil. Son mayoritariamente mujeres, viudas, y están solas. Viven en la más absoluta indigencia, obligadas a mendigar, carecen de alimentos, de ropa, están expuestas a las enfermedades y a los peligros de la calle. Su número aumenta en los barrios pobres de las ciudades. Víctimas de una cultura del desprecio, los ancianos a menudo son considerados como un peligro para las franjas más jóvenes, fuertes y activas de la sociedad. Se difunde así la idea homicida de la acusación de brujería. En realidad, muy a menudo el origen de estas acusaciones son conflictos familiares. Las comunidades de Sant’Egidio han decidido trabajar para contrarrestar esta cultura de desprecio y de muerte: cada semana, en el barrio de Hyppodrome de Bukavu, los jóvenes y universitarios de Sant’Egidio visitan a los ancianos, los reúnen para rezar juntos. Es conmovedor el coraje y la fidelidad de estos ancianos que hacen grandes sacrificios, recorren grandes distancias a pie, para no faltar a esta cita. Mientras tanto, se ha creado entre ellos un fuerte vínculo de amistad y solidaridad, hecho de visitas cuando están enfermos y de compartir lo poco que tienen cuando alguien de ellos lo necesita. Pero sobre todo las visitas de los más jóvenes de la Comunidad, “los estudiantes”, empiezan a romper el muro de mitos y prejuicios que envuelven la vida de los ancianos en los barrios. Anastasie, que en el barrio era tratada como una bruja, después de que los jóvenes empezaran a visitarla a casa, vio cómo cambiaba la actitud de sus vecinos. Una cultura más humana avanza con estos jóvenes, fuertes en la amistad y la esperanza, nacida de la escucha del Evangelio, para cambiar la vida no sólo de los ancianos, sino de los barrios en los que viven. |
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