La tempestad de la vida

El alcoholismo está muy difundido entre las personas sin casa. Con toda seguridad el número de personas que bebe vino y se emborracha es muy alto.

Aunque no siempre es fácil reconstruir el itinerario humano de estos alcohólicos, el hecho de no tener casa multiplica esta costumbre, tanto si se ha adquirido en la calle como antes de vivir en ella.

¿Qué empuja a estas personas a beber tanto vino para estar prácticamente siempre borrachas?

El motivo por el que han empezado a beber es a veces accidental y lejano en el tiempo. Otras veces es la etapa de un recorrido de marginación largo y complejo. Aunque el conocimiento de la causa inicial es útil para reconstruir el itinerario humano de estos alcohólicos, no es suficiente, en cambio, para permitir su recuperación. La conciencia de las motivaciones iniciales de su condición no les ayuda a dejar la bebida. Podríamos decir que son más fuertes y más numerosas las causas "secundarias", es decir, las que están más unidas a la vida en la calle.

El frío dentro y fuera

La primera de todas es el frío: en la calle los rigores del invierno a menudo son insoportables y las personas sin domicilio fijo no tienen con que cubrirse. Beber se convierte casi en una necesidad, aunque la primera sensación de calor es un engaño, lo que explica las muertes por aterimiento que desgraciadamente se producen cada año durante el invierno. Es habitual encontrar a alcohólicos de la calle gravemente desnutridos, incapaces de mantenerse en pie no sólo por el estado de ebriedad, sino también porque no tienen fuerzas: en efecto, cuanto más se bebe, menos se come y menos ganas de comer se tienen.

La noche no se acaba nunca

Coger el sueño no es fácil para quien duerme en la calle: los lugares donde las personas sin techo se guarecen durante la noche, además de no tener comodidad alguna, son también muy ruidosos. Después de haber bebido, el sueño se vuelve tan profundo que no se nota el frío, ni la posición incómoda, ni la confusión del alrededor.

Enemiga soledad

EI enemigo más grande de quien vive en la calle es la soledad: jornadas enteras dando vueltas por la ciudad en medio de centenares de personas pero solos. En la soledad el peso de los recuerdos, la preocupación por el presente y por el futuro se hacen más pesados: el único modo para huir es vivir aturdido esperando olvidar. Al frío, al hambre y a la soledad a menudo se añade la vergüenza de la propia condición.

El alcohol trasforma la vida de estas personas no sólo desde el punto de vista objetivo, sino que cambia el carácter, los estados de ánimo, condiciona sus acciones de tal modo que dejan de parecer amos de si mismos y esto causa sufrimiento porque es un circulo vicioso que se auto alimenta.

A menudo son personas mayores que han atravesado un momento de crisis en su vida, que podrían haber superado si hubiesen tenido el apoyo necesario y que, en cambio, se ha convertido en el inicio de un itinerario gradual pero irreversible de exclusión de la sociedad. Uno no se convierte en alcohólico de un día para el otro y mientras más se prolongue en el tiempo la habitud de beber más difícil es salir de ella.

¿Para quién vivir?

En estas personas no se apaga el deseo de una vida "normal", pero su estado actual la convierte en un sueño irrealizable. La existencia oscila entre el deseo de cambiar de vida y el miedo a no conseguir empezar desde el principio.

¿Por qué dejar de beber si después, la vida continua come antes, sin una casa, sin un trabajo? ¿Por qué volver a empezar? Quizá hace falta preguntarse por qué y para quien dejarlo: no por la familia, que a veces no existe o en la que ha madurado una ruptura insanable; non por los amigos que no se tienen, no por las propias capacidades profesionales que en muchos casos se han perdido junto a la salud o nunca se han tenido. La mayoría de las veces lo que falta no es el deseo sino las motivaciones para hacerlo.

Este problema está íntimamente unido a la calidad de vida de estos alcohólicos: a menudo no tienen nada desde el punto de vista material. Un techo, la posibilidad de readquirir ritmos y costumbres regulares, de reencontrar la estabilidad y la seguridad material en la vida cotidiana, son supuestos indispensables, para una posible reinserción. Pero la calidad de la vida también está formada por el tejido de relaciones humanas, relaciones sociales, intereses, expectativas. Este nudo que constituye la inserción en la vida social, para los alcohólicos sin casa a menudo se ve destruido por años de aislamiento y marginación. No se puede hablar de recuperación sin reconstruir este tejido.

La vida pende de un hilo

La vida de estas personas, además, pende de un hilo: el alcoholismo, en efecto, junto a las enfermedades que conlleva y a los accidentes provocados por el estado de ebriedad es una de las causas más frecuentes de muerte entre las personas sin domicilio fijo.