Cristianos y musulmanes, ricos y pobres, hombres y mujeres: esa fue la imagen de la primavera árabe egipcia que captó el imaginario de todo el mundo. Y en Múnich, en el encuentro “Bound to live together”, la ha explicado un testigo directo, Rami Shaath, líder de la coalición de jóvenes de la plaza Tahrir. “Caminamos juntos para hacer caer un régimen y para levantar la cabeza. Porque la verdadera victoria ha sido poder volver a estar orgullosos de nuestro país. Podemos reconstruir nuestra sociedad si abrimos la mente y el corazón. La revolución ha mostrado la riqueza que viene de la diversidad de la sociedad egipcia. La diversidad ha sido un valor añadido”.
“Los atentados del 11 de septiembre fueron la respuesta equivocada a una injusticia real, y llevó a la invasión de Irak ya su instrumentalización. La revolución egipcia, en cambio, fue una manifestación no violenta, una demanda de democracia y libertad, de justicia social y de paz".
La diversidad como una oportunidad es también el sentido que tuvo la intervención de Mouna Fouad, un copto cristiano que explicó que su comunidad pasó del miedo a la participación: “Tenemos que trabajar juntos, cristianos y musulmanes, para enseñar a todo el mundo a vivir en la diversidad. Ahora hay que cambiar la mentalidad para construir un país libre y moderno. El futuro de Egipto está en nuestras manos”. |