El papa Francisco ha saludado esta tarde a un grupo de ancianos junto a los jóvenes, amigos suyos, de la Comunidad de Sant’Egidio, durante su visita a la Casa de la Caridad de Nalukolongo. Provenían del barrio de chabolas de Nakulabye, donde muchas personas de edad avanzada viven abandonadas, muchas veces por sus propias familias, y acaban en la pobreza por la falta de cualquier tipo de sistema de bienestar, empezando por la pensión. El Papa les ha dado la mano a todos.
Tras este encuentro, se refuerza la voluntad de combatir la que el mismo Francisco ha definido en varias ocasiones como la "cultura del descarte" que margina a las franjas más débiles de la población, como los ancianos en África. Una "herida" muy visible ya en todo el continente, que empieza a conocer un aumento de la edad media pero está perdiendo aquella cultura del respeto hacia los ancianos que había en el pasado. "Lo que es una bendición –ha comentado después del encuentro del Papa John Kennedy, de la Comunidad de Sant’Egidio de Uganda–, la belleza de una vida más larga, no debe transformarse en maldición".
Las personas ancianas son un recurso para la sociedad, que no se puede dejar a un lado. Una de ellas, Leontina, que estaba en el encuentro, tiene una idea muy militante: "En mi opinión, los cristianos de todas las confesiones tienen que dejar de estar divididos, y tienen que unirse y trabajar juntos por la paz. Nos lo enseña el Papa". Después de saludar a Francisco, visiblemente emocionada, otra anciana, Meky, ha lanzado un llamamiento: "Vemos que hoy los jóvenes abandonan cada vez más a aquellos que, como yo, tienen ya una cierta edad. Ya no van a ver a sus padres. No es justo: jóvenes y ancianos tienen que estar juntos". Eso es lo que Sant'Egidio está fomentando en África, continente que ya no es solo joven, y que empieza a darse cuenta del problema: una gran alianza entre las generaciones, que enriquece a los ancianos, haciendo que salgan de la soledad y la marginación, y también enriquece a los jóvenes, porque les transmite, en entornos que son cada vez más materialistas, valores como la amistad, el encuentro y el recuerdo del pasado y la paz. Convencidos de que este nuevo humanismo puede ser la base para el desarrollo mismo de las sociedades africanas.
Las Comunidades de Sant'Egidio están en Uganda, no solo en la capital Kampala, sino también en otras ciudades del país, como en el norte. Su amistad con los más pobres llega también a los niños que viven en la calle, a los que viven en barrios de chabolas, con las Escuelas de la paz, y , desde hace algunos meses, también con una escuela para menores del campo de refugiados de Nyumanzi, donde viven 30 mil personas que han huido de la guerra en el cercano Sudán del Sur. |