«Con la educación digital, formar a cincuenta millones de niños costaría cuatro millones de euros, lo que equivale a diez tanques». Han pasado más de sesenta años desde que Raul Follereau, el apóstol de los leprosos, pidió dos bombarderos a USA y la URSS para curar a los enfermos de lepra del mundo entero, y desde Asís César Alierta, ex presidente de Telefónica, hablando en nombre de la fundación ProFuturo, vuelve a mirar el mundo a partir de los más pequeños y de los últimos, con el convencimiento de que el primer paso para colmar las desigualdades globales es la educación.
Durante el encuentro de diálogo interreligioso “Sed de paz”, organizado por la Comunidad de Sant’Egidio, en colaboración con la Diócesis y las Familias Franciscanas, César Alierta, que ayer habló en la Asamblea inaugural, hoy ha intervenido en la mesa redonda “Economía y desigualdad”, presentando la iniciativa de la fundación española – esponsorizada por Telefónica y la Fundación “La Caixa” – que se encarga de educación digital y que ha ayudado a más de dos millones de niños y jóvenes en América Latina y África.
«En los años noventa, ha explicado, hemos entrado en una nueva era, la de la revolución digital, que producirá más desarrollo que la de la revolución industrial». Comparando esta nueva oportunidad con las desigualdades en diferentes zonas del mundo, César Alierta ha explicado que si un muchacho tiene la oportunidad de estudiar por lo menos un año, podrá disfrutar del diez por ciento de oportunidades «cerca del 47% de los niños del África subsahariana abandonará la escuela antes de terminar el ciclo de instrucción primaria y el porcentaje femenino es el doble del masculino.
También en Europa el porcentaje de jóvenes desocupados entre los 17 y los 24 años está creciendo. Mientras, solo en España, se requieren doscientas mil personas con competencias digitales: yo estimo que en los próximos tres años, el 65% de los niños encontrarán trabajo en profesiones que ahora no existen, por ello debemos activar programas de formación para dar a los jóvenes de Malawi las mismas oportunidades que tiene un joven de Berlín o de Nueva York». |