"No eran más que unos chicos". Algunos, al escuchar sus nombres y sus edades, intenta imaginar las caras y las historias de los jóvenes que han muerto intentando pasar la frontera entre Italia y Francia y solo saca una conclusión: eran jóvenes no muy diferentes de nosotros, de la generación Erasmus que ha eliminado las fronteras de su horizonte cultural.
El jueves 27 de julio, la catedral de Santa María Asunta de Ventimiglia estaba llena: eran muchos jóvenes italianos e inmigrantes, refugiados que esperan cruzar la frontera, pero también segundas generaciones, adultos y ancianos que han sentido compasión por quien ha perdido la vida huyendo de la violencia o siguiendo la esperanza. Organizó la vigilia la Comunidad de Sant’Egidio, la diócesis de Sanremo-Ventimiglia y Caritas Intemelia: "oramos por aquellos que han perdido la vida –afirmó el párroco Luca Salomone– y también por cada uno de nosotros, para que el Señor nos ayude a no tener miedo y a dar más sentido a nuestra vida".
Después de leer el Evangelio, recordaron a los refugiados que, desde junio de 2016 hasta hoy, han perdido la vida buscando un futuro mejor para ellos y para sus familias en el Mediterráneo y por vías terrestres: hay noticias confirmadas de 4321, pero el cálculo queda sin duda muy por debajo de la cifra real. Muchos murieron intentando cruzar la frontera entre Italia y Francia, atropellados en la autopista o en las vías del tren, ahogados en el río Roja, desaparecidos cerca del Paso de la Muerte o se suicidaron después de que las fuerzas del orden francesas les devolvieran de nuevo a territorio italianoi.
Además de estos, decenas de jóvenes han fallecido en los hospitales tras sufrir infartos u otras patologías: les llaman " muertos de cansancio". Para cada uno de ellos, hubo un recuerdo y una vela encendida, ante la cruz construida con los remos encontrados en una patera en Lampedusa.
"La oración –explica Marta Olla, de la Comunidad de Sant’Egidio de Génova– es un momento de cercanía humana para los que han visto a compañeros, parientes y amigos morir mientras seguían una esperanza o creían haberla alcanzado. Pero también es nuestra manera humilde de decir no a la cultura de los muros, al posicionamiento ante los inmigrantes, según el cual hay que ser "favorable" o "contrario" a ellos, pero que no les escucha ni intenta pensar con ellos su futuro".
LOS JÓVENES POR LA PAZ CON LOS INMIGRANTES
La Comunidad de Sant’Egidio está con los inmigrantes que se encuentran en Ventimiglia desde el pasado verano, cuando unos cincuenta jóvenes de las Comunidades de Génova y Pavia entablaron amistad con los jóvenes refugiados y abrieron escuelas de italiano, inglés y francés en el campo de Parco Roja. Es una amistad fiel, que continuó el día de Navidad con una comida para las familias que estaban alojadas en la parroquia de Sant'Antonio alle Gianchette y con una gran fiesta el día de Reyes. Este verano también los Jóvenes por la Paz de Génova más pequeños han ido a la ciudad para comprender la situación y para sensibilizar a las personas sobre África y, en agosto, otros jóvenes genoveses continuarán la escuela de lengua para los refugiados.
Ventimiglia es una ciudad de paso para cientos de personas, que vive una situación no fácil, pero donde se ve también la solidaridad de mucha gente de buena voluntad que quiere entender la situación y ayudar.
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