En las últimas semanas en el norte de la República Checa, en la frontera con Alemania, se han vivido continuas manifestaciones antigitanas y repetidos enfrentamientos entre la ciudadanía local y los ciudadanos gitanos que viven en aquella zona. Estas expresiones de enemistad corren el peligro de difundirse a otras zonas del país.
Por eso el domingo 23 de octubre, las Comunidades de Sant’Egidio de Chequia invitaron a toda la población local a una oración ecuménica para la pacificación y la convivencia, que se llevó a cabo en la iglesia católica de la ciudad de Rumburk.
Fueron invitados representantes de las iglesias cristianas –tanto locales como nacionales– para dar un ejemplo de paz, de unidad y de amistad.
La oración estuvo presidida por el decano de la iglesia católica de Rumburk, mientras que la meditación corrió a cargo del reverendo Joel Ruml, presidente del Consejo ecuménico de las iglesias de la República Checa y jefe de la iglesia protestante de los hermanos bohemios. El reverendo Ruml, que había participado en la reciente oración por la paz de Múnich, subrayó la necesidad de no dejarse dominar por los señores de la división, porque estamos todos destinados a vivir juntos. El camino que hay que recorrer los días que vendrán es la de mirar al otro a la cara y reconocerle como hermano.
La Comunidad quiso recordar las palabras del papa Benedicto XVI, cuando invitó a “mirar el rostro del otro y descubrir que tiene un alma, una historia y una vida: es una persona y Dios lo ama igual que me ama a mí”. También fue ese el sentido de la oración: mirar la cara del otro, para reconocerle y para decir que queremos vivir juntos, y que mi futuro es también el tuyo y viceversa.
A la oración participaron parroquianos de las iglesias católicas y evangélicas de la región, y también muchos gitanos, para los que encontrarse con otros hermanos fue un momento de gran consuelo y esperanza.
Asociado a la oración se desarrolló un concierto de música tradicional gitana y de música clásica que ayudó a construir un clima de alegría y de fraternidad.
Este evento de paz y de diálogo fue un signo para una región que está atravesando un momento delicado, y también para todo el país, que mira al norte preguntándose si es posible continuar viviendo juntos.
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