Unos veinte jóvenes estudiantes de varios institutos de Roma, juntos de vacaciones durante unos veinte días. Hasta aquí, nada extraño. Pero ¿dónde? En África, en Mozambique. ¿Con quién? Con los niños del centro nutricional de la Comunidad de SantEgidio de Beira.
El otro verano de los Jóvenes por la Paz de SantEgidio está hecho de encuentros con amigos viejos y nuevos. Pero no se van de fiesta a la playa, aunque el mar en Beira es precioso. Aún son más hermosos los rostros de los niños, pobrísimos que algunos de ellos habían conocido el año pasado y que, gracias a lo que habían contado durante el año, ya eran conocidos de todos.
No da miedo mirar a la cara a la realidad juntos, incluso cuando se trata de niños, en gran parte hijos de personas infectadas de VIH, que aquí son acogidos y alimentados. Situaciones de extrema pobreza, pero también tenacidad, amor, como el amor con el que las activistas del programa DREAM de tratamiento del sida ofrecen cada día que van a buscar a los pacientes enfermos o que no se presentan a la visita.
Es una perspectiva de vida fascinante: no evitar las dificultades, sino afrontarlas, creyendo que "todo puede cambiar". Y ver que, en un tiempo relativamente breve (poco más de dos semanas) ya se aprecian cambios. He visto con mis ojos lo importante que es y la reacción que puede generar en la vida de un niño el hecho de saber que hay alguien que te quiere y que se preocupa de ti.
A la vuelta había una gran nostalgia y el deseo de volver y de continuar ayudando a África. Un joven dijo: nunca podré olvidar a estos niños y sus vidas, han entrado en mi corazón y ahora forman parte de mi vida".
Del diario de viaje
Al llegar al pueblo de Manga Chingussura vemos a Joao. Está yendo al mercado a vender leña para ayudar a su familia. Sus padres murieron y él y su hermana viven con sus tíos y los otros 6 primos. Lo encontramos por casualidad, no sabía que veníamos, y en seguida viene a nosotros con una gran sonrisa. Saca del bolsillo un pequeño colgante que le habíamos regalado el año pasado antes de irnos, se rompió, pero continúa llevándolo siempre encima. Luego nos dice: nunca dejo de pensar en vosotros. Vemos también a la pequeña Vivianne, de apenas 7 años, que también es huérfana de ambos padres. Cuando la conocimos el año pasado estaba muy mal, tenía sida, tenía una grave malnutrición y una tuberculosis intestinal le impedía comer. Cuando llegó al centro DREAM estaba exhausta y sin fuerzas. Había participado en las vacaciones pero nunca había podido levantarse de la cama.
Algunos días antes de que nos fuéramos la ingresaron en el hospital. Por las activistas del centro DREAM, que la habían cuidado cada día con cariño y amor, que había mejorado mucho y por eso apenas llegar decidimos ir a visitarla a casa. Solo llegar al pueblo vemos a una niña que corre hacia nosotros sonriendo y alegre. La activista nos dice que es nuestra amiga Vivianne. ¡Nunca la habríamos conocido! Tiene unos hermosos mofletes y una gran sonrisa que le atravesaba el rostro. No deja de reír y de jugar. ¡Y pensar que el año pasado no la habíamos visto nunca levantarse de la cama! ¡Un verdadero milagro de amor!
Este año vemos una gran novedad en Beira: el centro nutricional donde cada día comen más de 150 niños, que ha sido inaugurado hace poco.
Los niños provienen sobre todo de dos zonas de la ciudad. Alguno vive en el Grand Hotel: un centro enorme construido en época colonial del que solo ha quedado el esqueleto. Ni un cristal, puerta ni ventana, los niños pasan de una parte a otra del edificio caminando por largas cornisas.
La mayor parte de ellos vive en un gran barrio de barracas alrededor de la zona del mercado de pescado, justo delante del centro nutricional. Se trata de pequeñas barracas construidas con las cañas donde viven cientos de personas amontonadas una sobre la otra. La mayor parte de los niños no va a la escuela y el problema de la malnutrición está muy extendido. Conocemos a niños de 11 años que parecen tener apenas 6. Son muchos, los años de vida robados respecto de los niños europeos. También organizamos las vacaciones para ellos, para la mayor parte de ellos es la primera vez y la emoción es grande. Conocemos a Nilza, de apenas 8 años, una de las más fieles del centro nutricional. Tiene la cara seria y no habla. Las activistas nos dicen que va allí cada día pero que nadie de ellos la ha oído hablar jamás. Apenas llegamos al lugar de las vacaciones se suelta y empieza a reír y bromear. Nos dice: quiero quedarme siempre con vosotros.
También conocemos a Clayton, de 11 años, y a sus dos hermanos pequeños, Paulo de 6 y la pequeña Maria de 4 años. Viven una situación muy difícil en casa, sin nadie que se ocupe de ellos. Una infección en los pies casi impide caminar a los tres. No sonríen y nos miran con algo de desconfianza: nunca han visto a blancos antes de hoy. Las vacaciones son la ocasión para curar sus heridas. El último día todavía no están curados totalmente pero les vemos bailar en la fiesta final. Maria, la más pequeña, no para de besar a todos y Castigo no deja de hablar.
Hemos vivido días especiales y hemos conocido a nuevos amigos en este rincón del mundo. Nos vamos con algo de nostalgia pero también sabiendo que la amistad continuará a pesar de la distancia.
Y volvemos a Roma con un compromiso: organizar fiestas y otras actividades para hablar de Mozambique y recoger fondos para ayudar en las actividades de todo el año a favor del centro nutricional para poder ayudar cada vez a más niños y que salgan de una situación de soledad y abandono.
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