| 21 Septiembre 2016 |
Papa Francisco en Asís: “Solo la paz es santa, y no la guerra” |
Reunidos en la Jornada Mundia de Oración por la Paz, cientos de líderes piden el fin de violencia en nombre de la religión |
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El 27 de octubre de 1986, un clima desapacible –lluvia y rachas de viento frío– acogía a los más de 60 líderes religiosos que habían aceptado la invitación de Juan Pablo II a congregarse en la ciudad de san Francisco. Ayer martes 20 de septiembre de 2016, la jornada fue cálida y pudimos disfrutar de un sol sereno que inundó con sus rayos dorados la llanura umbra a los pies del Sacro Convento de Asís. La climática no ha sido la única ni la principal diferencia entre las dos cumbres interreligiosas de oración por la paz.
La cobertura mediática ha sido esta vez sensiblemente inferior: hace 30 años, la noticia ocupó todas las primeras páginas de los medios informativos. Ahora, algunos periódicos, incluso italianos, no le han dedicado al acontecimiento ni una sola línea en sus ediciones de papel con fecha 21 de septiembre.
Otro cambio significativo: si en su día la iniciativa de Karol Wojtyla suscitó dentro de la Curia Romana un imponente tole tole que le acusaba de asimilar la verdad al error, Francisco no ha tenido que hacer frente a ninguna resistencia. “Hoy –dijo, sin embargo, el Papa argentino–, sin sincretismos ni relativismos, hemos rezado los unos con los otros, los unos por los otros”. Esa fue la fórmula sugerida por el cardenal Roger Etchegaray y aprobada por el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger.
Con qué talante se disponía Bergoglio a participar en la clausura del encuentro ‘Sed de paz. Religiones y culturas en diálogo, organizado por la Comunidad de Sant’Egidio, quedó ya claro en la misa que celebró por la mañana en la capilla de Santa Marta. “No existe un Dios de la guerra –dijo–, hoy hombres y mujeres de todas las religiones nos dirigiremos a Asís. No para dar un espectáculo, sencillamente para rezar por la paz (…). La guerra es solo obra del maligno que quiere exterminar a todos. Por eso es necesario rezar, incluso llorar por la paz, todas las fes unidas en la convicción de que ‘Dios es un Dios de paz’”.
Saludos protocolarios al llegar a Asís
El helicóptero en el que viajaba el Papa, acompañado por el sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Giovanni Becciu, y el prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Georg Gänswein, aterrizó en el campo deportivo de Santa Maria degli Angeli a las 11 h. de la mañana.
Después de los saludos protocolarios, sin demora el Papa subió a la ciudadela franciscana de Asís. En la puerta del Sacro Convento fue saludado por el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I; el primado de la Comunión Anglicana, Su Gracia Justin Welby; el patriarca siro-ortodoxo de Antioquía, Efrén II; el jefe supremo del budismo japonés; el viceimán de la Universidad Al Azhar del Cairo; el rabino jefe de Roma, Riccardo di Segni; y el custodio del convento, Mauro Gambetti.
papa Francisco y Bartolomé I, patriarca ecuménico de Constantinopla, abrazo durante el almuerto del encuentro interreligioso en Asís Sed de Paz 20 septiembre 2016
Almuerzo con refugiados
Los gestos de bienvenida no se redujeron a estos protagonistas. Francisco quiso saludar uno a uno (eran más de doscientos) a los principales representantes de las religiones que habían respondido a su invitación y a los 27 refugiados con los que iba a compartir mesa pocos después. A todos, además de un caluroso apretón de manos, les dirigió una sonrisa y algunas palabras. Especialmente afectuoso estuvo con la pequeña María, de seis años, que con sus padres lleva pocos meses refugiada en Italia.
Todos pasaron después al comedor, donde se sirvió un menú compuesto por pasta y carne asada. Bergoglio tenía a su izquierda al sacerdote albanés Ernest Troshani, que pasó 28 años de su vida en las cárceles del régimen, y al “querido hermano”, el patriarca Bartolomé I, obsequiado con una tarta que recordaba los 25 años de su patriarcado.
“En su ‘tengo sed’ escuchamos la voz de los que sufren”
A las 16 h., las diversas religiones se recogieron en diferentes lugares de la ciudad franciscana para rezar por la paz siguiendo sus propias tradiciones litúrgicas. Los cristianos lo hicieron en la Basílica inferior, bajo la presidencia del Santo Padre Francisco, acompañado por las personalidades antes citadas, a las que se añadió el pastor Olav Fykse Tveit, secretario del Consejo Ecuménico de las Iglesias.
Las dos primeras lecturas (Isaías: “Todos los que tenéis sed venid a las aguas”; Apocalipsis de San Juan: “Yo Jesús he mandado a mi ángel”) fueron comentadas por Su Gracia Justin Welby y el patriarca Bartolomé. La tercera (“Tengo sed”) inspiró la reflexión del Papa: “En su ‘tengo sed’ podemos escuchar la voz de los que sufren, el grito escondido de los pequeños inocentes a quienes se les ha negado la luz de este mundo, la súplica angustiada de los pobres y de los más necesitados de paz. Imploran la paz las víctimas de las guerras, las cuales contaminan los pueblos con el odio y la tierra con las armas; imploran la paz nuestros hermanos y hermanas que viven bajo la amenaza de los bombardeos o son obligados a dejar su casa y a emigrar hacia lo desconocido, despojados de todo”.
“Ellos –prosiguió con voz acongojada– encuentran demasiadas veces el silencio ensordecedor de la indiferencia, el egoísmo de quien está harto, la frialdad de quien apaga su grito de ayuda con la misma facilidad con la que se cambia de canal de televisión”.
papa Francisco y líderes religiosos en la Jornada Mundia de Oración por la Paz Sed de Paz Asís 20 septiembre 2016
Riccardi: “La guerra es una locura de gente ávida de poder”
En torno a las 17 h., procesionalmente a través de las callecitas de Asís, todos confluyeron en la Plaza inferior de San Francisco, donde se había instalado un amplio palco; para entonces, el recinto ya estaba lleno a rebosar. Ni que decir tiene que las medidas de seguridad han sido extremas; varios centenares de soldados y policías vigilaban y controlaban la situación dispuestos a intervenir ante el menor incidente que por fortuna no se produjo.
Después de unos saludos del obispo y del custodio, tomó la palabra Andrea Riccardi, fundador de la Comunidad de Sant’Egidio: “La invitación de Juan Pablo II no fue un hecho aislado, como querían algunos prudentes; una santa extravagancia del papa. No fue así. El acontecimiento se ha convertido en historia: de ciudades, periferias, pueblos año tras año, manchándose de fango y de dolor, pero también cargándose de esperas y esperanzas (…). La guerra es una locura de gentes ávidas de poder y dinero”.
Intervinieron sucesivamente Tamar Mikalli, una mujer víctima de la guerra de Alepo; el patriarca Bartolomé; el rabino de Israel, David Brodman; Koei Morikawa, del budismo tendai japonés; y Abdul Mukti, secretario de la Muhammadiyah, una asociación musulmana de Indonesia que cuenta con 27 millones de miembros.
Francisco: “Solo la paz es santa y no la guerra”
A todos ellos y a todos los presentes (entre ellos, el arzobispo emérito de Barcelona, cardenal Lluís Martínez Sistach, quien, con monseñor Miguel Ángel Ayuso, secretario del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, eran los único españoles presentes) saludó el Papa “con gran respeto y afecto”.
“Tenemos que afrontar –les rogó– la gran enfermedad de nuestro tiempo: la indiferencia. Es un virus que paraliza, nos hace inertes e insensibles, una enfermedad que ataca el centro mismo de la religiosidad, generando un nuevo y tristísimo paganismo: el paganismo de la indiferencia”.
“No nos cansamos de repetir –añadió, suscitando el mayor aplauso de la multitud que le escuchaba– que jamás el nombre de Dios puede justificar la violencia. Solo la paz es santa y no la guerra”.
Llamamiento conjunto: no a las guerras en nombre de la religión
Un minuto de silencio por las víctimas de todas las guerras dio paso a la lectura del llamamiento de todos los líderes reunidos en Asís: “La paz es el nombre de Dios. Quien invoca el nombre de Dios para justificar el terrorismo, la violencia y la guerra no camina según sus caminos: la guerra en nombre de la religión se convierte en una guerra a la misma religión”.
Antonio Pelayo
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