Las palabras claras y profundas del Papa Francisco que ya en estos primeros días de pontificado nos ha donado me han hecho reflexionar sobre el carisma para comunicar de manera inmediata y sencilla la buena nueva al corazón de los hombres; esta comunicación, a pesar de las obvias diferencias de personalidad, lo acerca mucho a la figura de Juan Pablo II, que lo nombró en 2001 Cardenal de la Iglesia.
Esta capacidad de mezclarse entre la gente, de ir al encuentro de la gente, pero también de hablar de manera personal es una herencia magnifica de Karol Wojtyla, que hoy el Papa Bergoglio profundiza y quiere indicar al mundo en este anhelo evangelizador. También se destaca su alma franciscana, con gestos altamente simbólicos, dictados por una verdadera elección evangélica, de despojo de algunos atributos papales (sin anillo de oro, sin casullas bordadas) y sobre todo de amor concreto hacia los más pobres.
En esta opción hacia los más pobres recuerda también a Juan Pablo II que siempre y en cada viaje pastoral, quería encontrar, conversar, tocar a los más pobres, almorzar con ellos, como hizo en África o en las favelas brasileñas. El Papa Francisco, con vigor juvenil, quiere poner con fuerza profética a los pobres en el centro de la preocupación de la Iglesia y llamar a la atención del mundo, porque en cada pobre él ve al rostro sufriente de Jesús.
Como Juan Pablo II, Papa Francisco conoce de cerca el dolor ajeno, tal el testimonio de los muchos amigos de la calle que hoy lo recuerdan con afecto y que esperan reencontrarlo pronto aquí en Buenos Aires. Ya el gesto de poner al lado de los poderosos del mundo en el día del comienzo de su pontificado a un cartonero y a un maestro es un signo elocuente que tendremos que comprender. Debemos partir de los pobres para descubrir el verdadero sentido de nuestra vida. También Juan Pablo II quiso dar signos en esta perspectiva, sentándose a la mesa con los más pobres en el Jubileo del 2000 y haciendo construir dentro del Vaticano un comedor gestionado por las Hermanas Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta, dedicado a los sin techo que viven cerca de San Pedro.
El Papa Francisco ha elegido el nombre inspirado en San Francisco de Asís, hombre de paz y de diálogo, diálogo con todos los creyentes y no creyentes. Aquel espíritu de Asís que Juan Pablo II quiso inaugurar en 1986 con los líderes mundiales para rezar por la paz y contra todo tipo de guerra y conflicto y que repitió en 2002.
El Papa Bergoglio sin duda lo quiere continuar y profundizar; los lazos ecuménicos e interreligiosos que ha sembrado y cultivado en estos años en Buenos Aires han madurado en él una urgencia ecuménica e interreligiosa manifestada en su discurso a los delegados fraternos, el día después del inicio de su pontificado.
Juan Pablo II nos sacudió al comienzo de su pontificado con la propuesta de no tener miedo frente a cualquier dificultad y obstáculo con sus célebres palabras: “¡No tengan miedo! Abran de par en par las puertas a Cristo”. Hoy el Papa Francisco nos abre a la esperanza de un futuro mejor y más humano, exhortando a no tener miedo de la ternura y de la bondad.
Marco Gallo
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