Los buscadores de paz que participaron ahora hace un año en el Encuentro Internacional por la Paz organizado por la Comunidad de Sant’Egidio en Barcelona vieron la necesidad de «abrir una nueva década en la cual el mundo globalizado se convirtiera en una familia de pueblos»: una nueva década de paz. Este año, el 11 de septiembre, con el trasfondo de las imágenes dramáticas de las Torres que se derrumbaban en Nueva York hace diez años, los líderes de las grandes religiones mundiales volvían a abrazarse en Múnich. No podía olvidarse ese inicio de siglo marcado por una violencia desmedida. Ese día también se contagió un sentimiento de compasión universal, una solidaridad en el dolor que hizo pensar que todos éramos americanos.
El ataque terrorista fue para muchos la confirmación de una interpretación de la historia: un conflicto permanente entre civilizaciones y religiones, en particular entre islam y occidente. En esta lógica de conflicto se ha rehabilitado el uso de la guerra para resolver los conflictos y afirmar los derechos. El diálogo se ha presentado como una ingenuidad, como una debilidad. En muchas partes del mundo se ha contagiado una violencia difusa fruto de luchas políticas, mafias y criminalidad.
Durante estos diez años «el espíritu de Asís» ha contribuido a manifestar el alma de paz que existe en cada religión, incluso cuando este camino parecía inútil, arriesgado o desfasado. Descendiendo a lo más profundo de cada religión se aprende a ser hombres de paz. Benedicto XVI en el mensaje por el encuentro de Múnich, «Destinados a vivir juntos. Religiones y ulturas en diálogo», resaltaba la importancia de espacios donde «las religiones pueden interrogarse a sí mismas y preguntarse cómo convertirse en fuerzas de la convivencia».
La ceremonia en memoria del 11 de septiembre, con la presencia del presiden- te de la República Federal de Alemania, Christian Wulff, fue el primer acto común en Múnich. «Un sentimiento de destino común», recordó Andrea Riccardi, «una intuición profunda que se había dispersado con el paso del tiempo y con la cultura del conflicto» debe recuperarse: vivir la compasión y la simpatía generalizada que surgió de la solidaridad en el dolor. Los líderes de las grandes religiones mundiales, junto a destacados exponentes del mundo cultural y político se reunieron, reflexionaron y rezaron en este clima. Por eso este encuentro ha sido un gran acontecimiento de esperanza y fuerza del espíritu.
Benedicto XVI insistió en que «hay que profundizar más en el espíritu de paz y reconciliación, para que Dios en la oración nos transforme en hombres de paz». Por eso el próximo 27 de octubre subirá a Asís para celebrar el 25º aniversario de ese primer encuentro. La intuición del beato Juan Pablo II se revela cada vez más genial y fructuosa. El espíritu de Asís es cada vez más necesario. En un mundo donde en una misma ciudad vive gente tan diversa hay necesidad del espíritu de Asís para reencontrar los mismos cimientos de la convivencia civil.
¡El próximo año en Sarajevo! Una ciudad que, tras la guerra, busca una nueva cohabitación. Lo anunciaron conmovidos, juntos, en la ceremonia civil, el gran muftí y el obispo de la ciudad mártir de los Balcanes.