Mirando la situación de crisis institucional, por la que pasa El Salvador, no puedo sino escribir algunas reflexiones. No es mi especialidad, ni mi deseo “escribir” análisis sobre la política de nuestro país.
Soy un católico, laico comprometido, desde mi juventud, Mi visión de la realidad está inspirada en los valores de la fe cristiana, y como tal, he siempre vivido buscando estar cerca de quien lo necesita, de quien es pobre. Una especie de alianza, una cercanía, diría obligatoria del ser cristiano, católico.
Una Iglesia, signo en la historia, “experta en humanidad”. Mis referencias como comprenderán son más cristianas que de otra orientación. La crisis de este tiempo, va muy unido a la dificultad de ser pastor, termino que no debemos pensarlo solo religioso, sino más bien, de una actitud humana, de alguien que guía y apacienta.
Este momento de crisis es peligroso: las pasiones se han exacerbado. Todos vamos a perder algo, también los que creen que ganarán algo de todo esto. Quizá, la reflexión de como estamos viviendo en este tiempo los salvadoreños, es como aquellos hombres y mujeres que encontró Jesús, al bajar de la barca, “vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. “ Mc, 6,34. La compasión por un país como el nuestro es imprescindible.
Cada día vivimos rodeados de sufrimiento y miedo, y cada vez más, aceptamos como natural vivir así o como un destino que no se puede cambiar. ¿En quién depositar la esperanza?. Si nos cerramos a la compasión, nos perjudicaremos mutuamente. La Compasión se puede vivir aun no siendo religioso.
En la parábola del buen samaritano leemos que él encontró un hombre medio muerto, vapuleado y víctima de la indiferencia; otros hombres se habían percatado de su desgracia y sin embargo se desentendieron de él. La compasión, es aquel sentimiento que permite ver la vida difícil y estar cerca de quien es necesitado.
Este país necesita de cordura, inteligencia, compasión, como necesitamos de aquellos acuerdos de paz de 1992, después de tanta indiferencia, dolor, división y muerte en nuestro país.
El profeta Jeremías, amonesta, “! Ay de ustedes pastores que dejan perderse y desparramarse las ovejas de mi pasto!”, este pueblo salvadoreño es de Dios.
“Ustedes son un linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de aquel que les ha llamado de las tinieblas a su admirable luz, ustedes que en un tiempo no eran pueblo y ahora son Pueblo de Dios, de los que antes no se tuvo compasión, pero ahora son compadecidos.” 1 Pedro, 2, 9-10. El pueblo salvadoreño, señores, esta esperando cambios, que guíen, los pasos de esta nación, con cordura, con humanismo y sensatez y sobre todo con compasión