Hablar de violencia extendida llega a ser un imperativo, para muchas democracias que sufren las consecuencias de tiempos difíciles, determinados por la guerra, como la salvadoreña, país de donde vengo. El Salvador, es el más pequeño de Centroamérica, pero con un alto índice de violencia, y una difusión rápida y cruel de la violencia.
Estadísticas de la violencia
El Salvador, de acuerdo a algunos datos recientes, tiene una de las más altas tasas de violencia en América Latina. El 2010 se cerró con una tasa de homicidios de 64.7 por 100.000 habitantes, con un total de 4005 muertes violentas. Esta situación está afectando el crecimiento económico y social de la vida del país, porque la lucha a la criminalidad está drenando importantes recursos del Estado, a punto que el presupuesto de las instituciones vinculadas con la prevención y combate al crimen en el 2010 superó al presupuesto del sistema de Salud Publica. También a nivel de las empresas privadas, hay una enorme inversión en seguridad, que termina por encarecer el costo de los productos.
Violencia Histórica
La actitud violenta de la sociedad permanece a lo largo de varias generaciones aunque en la última década se ha extendido en manera preocupante. En las décadas entre 1950 y 1980, antes de estallar el conflicto armado, se registraban tasas muy superiores al promedio mundial.
El mismo ejercicio del poder en nuestra sociedad se fue configurando conforme a esquemas y a prácticas violentas. Esto ha sido una constante histórica perversa en el país: la noción del poder como tal ilimitado, utilizando la fuerza como instrumento de gobierno. La violencia estructural de la autoridad estatal fue la incubadora de la guerrilla que, animada por ideologías revolucionarias, optó por el uso de las armas; contra la puerta tapiada, el explosivo demoledor. Así llegamos al 1980, a la guerra, que es expresión máxima de la violencia, donde todo se reduce a la eliminación del otro, como “enemigo interno”, es decir, encarnación del mal dentro de la familia salvadoreña. Al terminar la guerra se evidenció que el recurso militar había fracasado en su intento, y en los años de postguerra no se sanaron profundamente las heridas y no se cultivó una nueva cultura de paz.
Hoy la violencia se ha extendido, con expresiones nuevas. La falta de seguridad ha engendrado en los salvadoreños la impresión que la violencia sea algo normal en el país.
Fenómeno de las Pandillas
Un fenómeno de este tiempo, muy presente en America Latina, es la violencia de las “Maras”, pandillas a menudo formadas por adolescentes pocos más que niños, que “enrolan” e inician a la violencia a los adolescentes pobres. Se calcula que, en todo Centroamérica, por los menos 100.000 personas pertenecen a estos grupos, que cada vez más tienen las características de organizaciones trans-nacionales de tipo mafioso.
Las maras imponen su autoridad a barrios enteros de la periferia urbana extorsionando los pequeños negocios y en los últimos meses registramos una nueva forma muy preocupante: entran en las escuelas intimidando profesores y forzando a los alumnos para que se unan a la mara. Muchos que han rechazado esta propuesta han sido asesinados, 100 solo en la primera parte del 2011. Algunos episodios han mostrado el alza en los niveles de crueldad, como el incendio de un bus con la muerte de todos los pasajeros por venganza a la empresa que rechazaba pagar la extorsion.
Leyes antipandillas
La respuesta de las instituciones al fenómeno hasta hoy está centrada casi exclusivamente en la acción represiva, a través de los Programas, de los cuales hablamos en otras ocasiones: Mano dura, Super mano dura, que no pudieron extirpar las bandas del país, aunque se reformó el código penal que ahora prevé la detención también para los menores. La dura represión, incluso cuando era necesaria no ha sido acompañada con una acción adecuada a nivel social. Un efecto colateral muy negativo es también la estigmatización de los jóvenes en base a la manera de vestir, a la apariencia física, a los tatuajes, y aísla aun más los barrios populares criminalizándolos. La marginalización los expone al dominio de la Mara.
Testimonio de vida de William Quijano
No puedo callar el testimonio de nuestro querido William Quijano 21 años, asesinado por las maras hace casi 2 años, por su empeño por la no violencia, verdadero ejemplo de la opción de vida para el Evangelio de la paz.
William trabajó en su propio distrito Apopa. Amaba la vida, y en una manera amistosa atrajo a muchos jóvenes y niños a "Escuela de la Paz", sustrayendo muchos futuros líderes a la "mara". Él educó muchos niños, y cuando en Apopa las maras ganaron mas terreno William no renunció a enseñar la paz. Su acción rompía la cadena de violencia. Creo que esto más que nada, fastidió a los que querían que todo siguiera igual y que los jóvenes hicieran el mal o inclinaran la cabeza. Su vida es un testimonio de que se puede hacer el bien, vivir en manera pacífica y solidaria incluso en medio de la violencia ciega, de la muerte, y de la falta de piedad. William ha vivido el amor por la paz hasta la sangre. William representa un nuevo modelo de ser cristiano, mas allá de una fé hecha solo de devoción. El conocimiento de Jesús moldó su vida y le hizo encontrar actitudes concreta de amor a los demás.
La Comunidad de Sant'Egidio , Educacion a la Paz
La Comunidad de Sant'Egidio, a la que pertenezco desde 1986, realiza una tarea muy importante en cuanto propone modelos positivos para tantos jóvenes. Verdadero antídoto contra la violencia que se difunde en nuestro país.
Desde su inicio, en plena guerra civil, optó trabajar con fidelidad en algunas zonas marginales de San Salvador. Después de 25 años constatamos, con alegría que esta experiencia ha dado frutos importantes, como la ausencia de “maras” en los barrios del Bambular y San José .
Dos puntos-clave de nuestra acción son: tener presencia en los barrios y una amistad fiel.
Sant Egidio son los jóvenes universitarios que deciden frecuentar los barrios marginales para realizar la escuela de la paz, rompen la barrera que divide la sociedad y superan la indiferencia que es una forma de violencia; son jóvenes de barrio popular que deciden estudiar y rompen aquel aislamiento que representa un destino de exclusión. De esta forma, no se trata solo de una ayuda, sino de ser una única familia que cumple una verdadera igualdad y expresa un destino comun.
La fidelidad nos hizo participes del cambio en la vida de muchos pequeños, porque la presencia constante a su lado les da seguridad y los anima a buscar un futuro mejor. Todo esto crea un espacio de pacificación en ambientes de violencia y de dolor.
La comunidad de Sant'Egidio hoy esta presente en muchos barrios difíciles del país con alrededor de 100 universitarios empeñados. A veces participan a la Escuela de la paz los hijos de miembros de las maras. Ni siquiera uno de la mara desea una vida breve y dolorosa para sus propios hijos, y ve con buenos ojos la presencia de la comunidad.
En este tiempo el ser joven en mi país, es un riesgo, son al mismo tiempo las primeras victimas y los actores principales del crecimiento de la violencia.
Para muchos jóvenes de Centroamérica, el futuro ha dejado de ser un lugar de promesas para convertirse en un espacio de amenaza que suscita incertidumbre, preocupación y miedo.
La Comunidad es una gran oportunidad para poder hacer el bien, ayudar a los demás puede transformar la vida y el rostro de tantos jóvenes porque descubren el valor de su vida. Se sienten tomados en cuenta para tareas de solidaridad. Así se desarrolla una gran potencia de sensibilidad, generosidad, y capacidad de emprender transformaciones sociales. Son portadores de una fuerza de bien en medio de la sociedad y pacificadores dentro de sus propios barrios, verdadera e innovadora revolución. Porque “Nadie es tan pobre como para no poder ayudar a otro pobre”, como bien nos enseña Andrea Riccardi. Es una propuesta viable y concreta para miles de jóvenes en mi país y en América Latina.
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