Ayer se vivió una gran fiesta en el barrio de Alfama de Lisboa, donde se hizo la celebración eucarística presidida por el cardenal patriarca Manuel Clemente en la iglesia de San Miguel, que acaba de ser confiada a la Comunidad de Sant'Egidio. La ceremonia es el inicio de las actividades y de la oración de Sant'Egidio en el corazón del centro de la ciudad, "una presencia –dijo en su homilía el cardenal Clemente– que tiene muchas semejanzas con la de los inicios en Trastevere, en la iglesia de Sant'Egidio. Es un barrio céntrico de la ciudad pero con muchos aspectos de periferia".
El patriarca recordó a continuación el trabajo de Sant'Egidio por la paz: "Del mismo modo que el arcángel Miguel es signo de la victoria de la justicia y de la paz, también la Comunidad de Sant'Egidio fue signo de paz en Mozambique. Su larga presencia en Lisboa hoy se enriquece con nuevos motivos de esperanza en este barrio y para muchas personas necesitadas".
Participaron en la ceremonia los niños de la Escuela de la Paz, los ancianos y los pobres con los que la Comunidad ha creado lazos de amistad en estos años, junto a los representantes institucionales de la ciudad y una delegación de Sant'Egidio de Roma y de varios países europeos. Estaba encabezada por el presidente de la Comunidad, Marco Impagliazzo, que en su saludo destacó que: "El año santo de la misericordia nos pide, según las intenciones del papa Francisco, abrir muchas puertas de iglesias y de corazones. Ese es el sentido de nuestra presencia: una Comunidad que abre las puertas a la misericordia de dios y a la necesidad de muchos".
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Palabras de Marco Impagliazzo en la liturgia inaugural de la iglesia de San Miguel
Señor Patriarca,
Queridos invitados, queridos amigos,
Es una gran alegría hoy, en la festividad del arcángel Miguel, entrar como Comunidad de Sant'Egidio en esta hermosa iglesia dedicada a él. Es la alegría de poder echar –si así lo quiere el Señor– raíces más estables en esta magnífica ciudad y en la Iglesia de Lisboa tan acogedora y generosa. Esta Iglesia, con el acuerdo del párroco a quien doy las gracias, será un lugar abierto a la oración, al encuentro con la Palabra de Dios y con los pobres. Será lugar de oración por la paz y por los enfermos. Será un lugar del que la comunidad saldrá para que mucha gente que busca al Señor pueda entrar y encontrar consuelo y misericordia. Sí, porque solo si salimos podemos ayudar a entrar.
Muchas cosas unen a Sant'Egidio con Lisboa, con Porto y con todo Portugal. Una larga amistad con el patriarcado, y recuerdo al cardenal Policarpo, y ahora a Clemente, con muchos sacerdotes y laicos, con amigos muy queridos como el presidente Mario Soares y su señora Maria Barroso, fallecida hace poco. Un país con el que hemos compartido el gran sueño hecho realidad de la paz en Mozambique y la colaboración para el desarrollo de África. Son muchos los lazos históricos y más recientes con Portugal, y pienso en la concesión del premio Gulbenkian del año pasado. Pero el acto de hoy demuestra que en la historia existen sorpresas, sobre todo, las del Espíritu Santo. Recibir esta iglesia es un claro ejemplo. Sant'Egidio está aquí como un amigo, es un compañero de camino para la iglesia de Lisboa, para esta ciudad, y para todos aquellos que tienen necesidades concretas y espirituales. El año santo de la misericordia nos pide –según las intenciones del papa Francisco– abrir muchas puertas de iglesias y de corazones. Ese es el sentido de nuestra presencia: una Comunidad que abre las puertas a la misericordia de dios y a la necesidad de muchos.
Gracias, eminencia, por este gesto; puede contar con nuestra oración y nuestra amistad.
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