El 8 de julio fue el quinto aniversario de la muerte de Floribert Bwana Chui, asesinado en 2007 porque se había negado a la corrupción, al no dejar pasar partidas de alimentos en mal estado que habrían perjudicado a la población de Goma. Su trabajo consistía en comprobar la calidad de las partidas alimentarias en tránsito por la frontera y certificar su buena calidad. El mes anterior a su muerte su servicio técnico había redactado un informe muy detallado sobre grandes partidas de arroz y de azúcar en mal estado. Floribert había recibido llamadas telefónicas y presiones para hacer la vista gorda por una generosa compensación. Pero no aceptó la corrupción para no renunciar a su ser cristiano y ordenó destruir todas las mercancías en mal estado. Había afirmado públicamente que la salud de los ciudadanos valía más que el dinero que le habían ofrecido, porque la vida de las personas no tiene precio. El sábado 7 de julio de 2007 acudió a una cita. Durante todo el domingo 8 no hubo noticias de él y el lunes por la tarde, hacia las 15.00, encontraron su cuerpo a orillas del lago, no lejos de la frontera.
Floribert había conocido la Comunidad de Sant’Egidio en 2000. Estudiaba derecho y formaba parte de un grupo de estudiantes universitarios comprometidos. Le admiró la propuesta de la Comunidad de seguir el Evangelio y ponerse al servicio de los más pobres, empezando por los niños. Había trabajado especialmente para recuperar a los niños de la calle con la Escuela de la Paz de la Comunidad de Sant’Egidio. Estaba activa y fraternalmente presente en la vida de la Comunidad, de la que amaba con entusiasmo la oración y los encuentros con los otros jóvenes, sin distinciones étnicas o nacionales. Y con la Comunidad empezó a madurar un sentimiento cristiano de la vida a partir de la lectura de las Escrituras y de la amistad con los pobres. Allí aprendió la importancia de no vivir solo para uno mismo según la enseñanza del Señor Jesús que enseña a sus discípulos: “Gratis lo recibisteis; dadlo gratis” (Mt 10,8), y que: “Mayor felicidad hay en dar que en recibir” (Hch 20,35).
Cada año recordamos su sacrificio, y hemos dado su nombre a una escuela para los hijos de los refugiados en el barrio periférico de Mugunga, y un centro DREAM para el tratamiento del sida en Kinshasa, donde “todo es gratis” y la vida de las personas y su salud no tienen precio. Este año, sin embargo, este aniversario ha estado marcado por una intensa oración por la paz. Efectivamente, a partir de finales de abril se han reanudado los combates entre los distintos grupos armados que operan en la región y las tropas regulares del Gobierno de Kinshasa. En las últimas semanas ha aumentado el número de deserciones en las filas del ejército regular y eso ha aumentado la inestabilidad y la violencia.
Esta nueva escalada del conflicto ha provocado un nuevo desplazamiento de población. Un gran número de refugiados ha acampado nuevamente alrededor de la ciudad de Goma, y sobre todo en la zona de Mugunga. Actualmente alrededor de la Escuela hay unos 1.440 núcleos familiares de refugiados (es decir, 10.000 personas). Entre ellos la mayoría son niños (5.207), algunos con sus familias y otros no acompañados.
Un numeroso grupo de estos niños entró a formar parte rápidamente de la escuela y ya en el mes de mayo pudieron empezar algunas clases. Una parte de la Escuela se ha puesto a disposición de los refugiados para situaciones de primera necesidad. Los enfrentamientos continúan en el territorio de Masisi y cada día llegan nuevas familias. La situación sigue siendo difícil, no se coordinan las ayudas y no hay ningún sistema de seguridad. A pesar de todo hemos logrado que las clases continuaran incluso en situaciones de emergencia para poder llegar a final de curso.
Precisamente el 7 de julio, la vigilia del aniversario de la muerte de Floribert, se hizo la entrega de resultados del fin de curso escolar 2011-2012.
Sobre un total de 225 estudiantes que hicieron los exámenes finales, 192 aprobaron, y los 28 estudiantes del 6º curso superaron la prueba nacional para entrar en la Escuela Superior. Es una gran satisfacción y un signo de esperanza que demuestra que la cultura, siguiendo el signo de la paz y de la convivencia, en la escuela de la Comunidad, representa una luz de esperanza incluso en medio del ruido de las armas.
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