ROMA - El diálogo entre cristianos y judíos: "un gran patrimonio que espera más frutos". Ese es, en palabras del presidente de la Comunidad de Sant'Egidio Marco Impagliazzo, el sentido del congreso centrado en las figuras de dos papas –Juan XXIII y Juan Pablo II– que precisamente el pasado domingo fueron elevados a los honores de los altares. Los dos nuevos santos, dijo Impagliazzo, "desempeñaron un papel decisivo en el acercamiento de las dos religiones"; gracias a ellos, a sus gestos y a sus enseñanzas, los católicos "han redescubierto sus raíces judías".
La figura de Juan Pablo II, del que habló el fundador de Sant'Egidio Andrea Riccardi, fue fundamental. En el ambiente polaco de entreguerras, dijo, "el antisemitismo recorre el mundo católico", pero el joven Wojtyla se erige pronto en un "testigo de la convivencia entre polacos y judíos", primero en Wadowice, donde conoce a judíos con los que tiene "serenas frecuentaciones", y más tarde en Cracovia, donde "ve de cerca a los judíos condenados a muerte" y se hace la idea de la Shoá "como una gran tragedia única, de la que fue testigo". "Los campos de concentración serán para él los símbolos del infierno en la tierra. En ellos se expresa el máximo del mal que el hombre es capaz de hacer a otro hombre", dirá en 1976 predicando los ejercicios espirituales a Pablo VI y a la Curia romana. Pero el mayor impulso a las relaciones entre católicos y judíos lo dará siendo ya papa con la visita al Templo Mayor de Roma durante la cual "manifiesta el vínculo imborrable entre cristianismo y judaísmo", y "reconoce el sufrimiento del pueblo judío a causa del antisemitismo también católico y de la Shoá". Es la declaración de los judíos como "hermanos mayores", a la que se suman luego el reconocimiento diplomático del Estado de Israel en 1993 y el "hito" del viaje a Tierra Santa siete años después, cuando Juan Pablo II definió el antisemitismo como "un gran pecado contra la humanidad".
Dos gestos, el reconocimiento del Estado y la posterior visita a Jerusalén, importantes, como destacó el rabino David Rosen, presidente del American Jewish Committee, porque "hoy para los judíos es imposible definirse sin una relación con su Estado. Por eso, una vez superada la preocupación de Israel sobre la actitud de la Iglesia sobre estos temas, el diálogo se puede desarrollar más fácilmente. Diálogo es, de hecho, comprenderse mutuamente de la manera en la que el otro se comprende a sí mismo".
A su vez, el rabino jefe de Roma Riccardo Di Segni destacó en particular "el deseo del papa Juan Pablo II de reconstruir una relación con los judíos sobre bases nuevas, y su sensibilidad mediática que lo llevaba a traducir los conceptos teológicos en acciones que todos pudieran comprender", como cuando definió Auschwitz como "el Gólgota de nuestra época", expresión un tanto "problemática" para los judíos. "Estamos ante procesos históricos que han cambiado la historia de nuestras relaciones", concluyó Di Segni; "las cosas deben analizarse desde la perspectiva histórica adecuada sin disminuir la importancia de estos gestos y el camino que queda por hacer. Todavía hay una montaña de dureza teológica que también nosotros debemos escalar. Estas grandes personalidades son hijas de su tiempo: hay que saber navegar entre las dificultades de la historia y de la teología para entender que estos problemas se resuelven primero con las relaciones entre las personas, con la amistad y la fraternidad".
También según el cardenal Walter Kasper "las relaciones de buena cooperación y de estable amistad" que se han creado entre cristianos y judíos son más importantes que los numerosos libros que se han publicado sobre el diálogo y el mutuo reconocimiento. Pero desde el punto de vista teológico, el presidente emérito de la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo afirmó que "judaísmo y cristianismo se necesitan uno al otro y por tanto dependen el uno del otro. Un auténtico ecumenismo sin Israel no es posible"; y recurriendo a la metáfora de las raíces y de las ramas de un mismo árbol, el cardenal dijo que "si cortan las ramas de raíz, se debilitan y mueren; pero las mismas raíces, sin ramas no pueden dar fruto". |