En agosto algunos miembros de la Comunidad de Sant'Egidio de Estados Unidos visitaron los centros de acogida de la frontera entre Texas y México para llevar la solidaridad de la Comunidad y para explorar maneras para poder ayudar.
En los últimos meses ha habido un constante flujo de menores que viajan solos y quieren huir de la creciente violencia, especialmente en El Salvador y Honduras. Su número supera los 60.000.
Tras un largo y peligroso viaje –a menudo en vagones del tren llamado "la Bestia", del que muchos caen y pierden la vida, o que les produce graves heridas– tienen que atravesar áreas desérticas para llegar a Estados Unidos. Los que logran pasar suelen ser acogidos en centros de detención y luego son enviados a varias ciudades, donde se examina el caso de cada uno de manera definitiva.
Fue especialmente emocionante la ver a una amiga de la Escuela de la Paz de San Salvador, que llegó a Estados Unidos con su nieta de cuatro años. Mientras que la niña se ha podido reunir con su madre, ella sigue en un centro de detención, una auténtica cárcel, esperando que su caso sea revisado y se decida admitirla o deportarla.
Se trata de una situación que provoca incertidumbre y angustia. Las visitas y las cartas que ha recibido han sido la única fuente de esperanza para ella y para muchos otros que han sentido la proximidad de la Comunidad, en un momento en el que quedan abandonados y solos después de todas las dificultades que han tenido que afrontar.
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