Caminando por las calles del centro de Bamako, la capital de Mali, es fácil ver a jóvenes, sobre todo a niños, que piden limosna cerca de los cruces o junto a las gasolineras. Cada día llegan de las zonas rurales que hay alrededor de la ciudad, y pasan el día en las calles de Bamako, en medio de un tráfico caótico y una contaminación del aire que alcanza niveles altísimos.
Son en su mayoría musulmanes, muchos de ellos son enviados a la ciudad por sus familias, pobres, con la esperanza de que la ciudad les pueda proporcionar algo de bienestar. Otros huyen de situaciones de orfandad, de marginación y violencia familiar. A menudo son acogidos por el Marabout (guía espiritual musulmán), que les enseña el Corán y les ofrece hospitalidad, pero para ayudar tienen que pedir limosna. Su edad es muy baja, entre los 6 y los 10 años.
En la calle los niños están expuestos a muchos peligros: la contaminación y los accidentes de tráfico, y sobre todo el peligro de entrar en contacto con drogas artesanales o de entrar en conflicto con bandas de jóvenes mayores y violentos que no dudan en utilizar navajas.
La amistad con la Comunidad de Sant'Egidio
Desde hace un año la Comunidad de Sant'Egidio de Bamako vela por los niños de la calle, va a visitarlos por las calles donde pasan el día, los acoge en la casa de la Comunidad, donde pueden lavarse, recibir ropa limpia, jugar y sobre todo comer bien. Al inicio tenían miedo y se alejaban, pero la fidelidad de las visitas creó una confianza que pronto se transformó en una sólida alianza. Son niños frágiles para los cuales el nombre de Sant'Egidio ha empezado a ser sinónimo de protección y familia. Así empezaron a abrirse y a hablar de sus sueños: jugar como los demás niños, estudiar, aprender un oficio y tener una familia.
Son sueños que la Comunidad custodia y hace suyos, trabajando para que los niños de Mali tengan una infancia y un futuro mejores. |