La mitad son niños, algunos muy pequeños, en brazos de sus padres. La mirada feliz de las madres y los padres son la explicación más eficaz de la importancia de los corredores humanitarios. La guerra queda atrás, y con ella, la tristeza de un presente en los campos y el miedo de un futuro incierto, para ellos y para sus hijos.
Fueron 20, los refugiados que ayer llegaron al aeropuerto parisino de Roissy con los corredores humanitarios. Es el segundo grupo que llega gracias al acuerdo firmado en marzo que prevé la llegada de 500 personas en 18 meses.
Hoy empieza una nueva vida con la acogida calurosa de los amigos de Sant'Egidio y de las demás asociaciones que colaboran en el proyecto –realmente no se esperaban ramos de flores– y luego con la llegada a las casas, donde se ha preparado todo para que se sientan, finalmente, en casa.
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