Un país pequeño, con apenas 8 millones de habitantes, pero que nos últimos años se ha convertido en un cruce de caminos importante para África occidental que, a pesar de todos sus problemas, intenta mirar hacia su futuro: es Togo. En su capital Lomé y en algunas ciudades del interior hay comunidades de Sant'Egidio, que en los últimos días han recibido la visita de Andrea Riccardi. Juntos han celebrado una asamblea y han visitado muchas zonas pobres de Lomé.
Los primeros son los ancianos que sufren por el aislamiento de los prejuicios. Algunos de ellos, en el barrio de Agoé, viven solos en casas sin ningún tipo de servicio. La amistad con la Comunidad -le han explicado a Andrea- es una protección y muchas veces una cuestión de supervivencia.
En la misma zona, hay un gran vertedero donde viven muchos niños de la calle que buscan entre los escombros algo para vivir con uno de los oficios más peligrosos que existen para la higiene y la salud: recoger hierro, llevárselo a quien se le pague una miseria y recibir alguna moneda cambio. En una zona del barrio sus amigos de la Comunidad les han ofrecido una casa para pasar la noche y esperan abrir otra en los próximos meses cuando, durante la estación de las lluvias, dormir al aire libre es imposible.
El encuentro con Andrea Riccardi ha sido una fiesta familiar que se llevado a cabo en la sede de Sant'Egidio de Lomé, en el barrio de Djdjolé. Los niños han explicado sus sueños. El primero, poder acceder a la educación -que en Togo es de pago- y practicar oficios que les permitan salir de la calle. Y luego, para los más pequeños, volver a la escuela o empezar la escuela, con la ayuda de sus "grands frères" ("hermanos mayores") de la Comunidad.
Durante su visita a Lomé, Andrea Riccardi también fue recibido por el presidente de la República togolesa, Faure Gnassingbé. Fue una ocasión para hablar de desarrollo y de convivencia en una región donde, tras los atentados que han sufrido los países vecinos, como Costa de Marfil, Mali y Burkina Faso, se ve cada vez más la necesidad de reforzar el diálogo y la convivencia, valores que siempre han estado presentes en una región donde conviven cristianismo, islam y religiones tradicionales.
El presidente entregó a Andrea Riccardi un reconocimiento para manifestar su agradecimiento por el papel de mediación y de paz que llevó a cabo la Comunidad entre 2004 y 2005, durante la crisis más grave que vivió el país tras su independencia, a causa de las divisiones políticas y la violencia que se desat.
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