El italiano Roberto Morozzo (Roma 1955) se ha sumergido durante más de veinte años en el estudio de toda la documentación concerniente al arzobispo de San Salvador Oscar Arnulfo Romero, asesinado hace 35 años por los Escuadrones de la Muerte y beatificado este 23 de mayo. Testimonios, cartas pastorales, artículos, homilías y sobre todo su diario personal y sus ejercicios espirituales son su fuente documental. Fruto de este trabajo escribió en 2005 la biografía Monseñor Romero. Vida, pasión y muerte en El Salvador (Ediciones Sígueme). Más adelante, colaboró en la causa de beatificación redactando una positio de 1.000 páginas que, tras recibir el visto bueno de la Comisión de Teólogos y la de Cardenales, permitió que Oscar Romero fuera declarado mártir por odio a la fe.

¿Cómo definiría la persona de Oscar Romero?
Un hombre de fe, rezaba mucho; un hombre del pueblo, amigo de la gente sencilla; un pastor, no un ideólogo; y un hombre tímido y lleno de dudas. Pero precisamente esta es la fragilidad del cristiano, que no debe sentirse seguro, sino llamado a buscar siempre la voluntad de Dios. Confrontaba varias opiniones cuando tenía que tomar una decisión. Para eso contaba con el consejo de tres confesores y dos psicólogos.

¡Tres confesores y dos psicólogos!
Fueron los confesores los que le animaron a acudir al psicólogo, porque tenía un temperamento muy nervioso. El diagnóstico fue «compulsivo obsesivo perfeccionista». Sin embargo, él no se sentía enfermo. Lo vivía como una manera de servir con mayor empeño a la causa de Cristo. desde niño, Oscar Romero buscó el ideal de la santidad. Sus hermanos le recuerdan siempre rezando por las noches. Por eso, todos los consejos pasaban a un segundo plano cuando se ponía delante de Dios en oración. Ante una duda importante, rezaba a veces durante toda una noche. Entonces se sentía seguro para llevar a cabo su misión.

¿Qué significó para él el asesinato, en 1977, de su amigo el jesuita Rutilio Grande?
A raíz de la muerte de Rutilio Grande, Romero no habla de conversión, porque desde niño siempre fue cristiano y creyó en Dios, pero sí reconoce un cambio profundo. durante la noche, ante el cuerpo de Rutilio Grande, sintió una fortaleza que venía de Dios. Experimentó lo que el papa Francisco llama conversión pastoral. Personas que ya son cristianas y practicantes pero que se sienten llamadas a cambiar su actitud pastoral. Romero experimentó esa noche una toma de responsabilidad pastoral. Para Romero, Rutilio Grande representaba el ideal de amor al pueblo. Se sintió llamado a coger su relevo.

¿Pastor o político?
Era un defensor del pueblo. El Salvador vivía una gran injusticia social: mayoría empobrecida, desocupación, hambre y miseria. Romero hablaba de justicia social e instaba el Gobierno a ser justo de acuerdo con la ley. En referencia al presidente del Gobierno, Carlos Umberto Romero, el arzobispo de San Salvador siempre decía: «En este país las dos personas más importantes son dos Romeros, pero tienen una sola cosa en común: ninguno es un político.»
El Gobierno era una dictadura militar apoyada por la oligarquía rica. Ante esta situación, Romero tuvo que desempeñar una suplencia política porque el pueblo no tenía quien le defendiera. Él, sin embargo, se sentía pastor, no político. Instaba a la conversión y sus textos de referencia eran Gaudium et spes y Evangelii nuntiandi, de Pablo VI. Tanto es así que cuando Napoleón duarte, líder del Partido demócrata Cristiano, regresó del exilio de Venezuela, Romero reconoció que podía dejarde hacer suplencia política, porque el país recobraba la senda de la normalidad democrática.

¿Fue esta dimensión política la que paralizó el proceso de beatificación?
Tras su muerte, Romero sufrió dos instrumentalizaciones. Para la izquierda, se convirtió en un mito político positivo. Para la derecha, también en un mito político, pero negativo. Para la izquierda, era un revolucionario. Para la derecha, un comunista subversivo. En su diario él escribió: «Nadie entiende mi verdadera identidad. Yo soy un pastor.» Fue por eso que la causa de beatificación, que empezó en 1994 en El Salvador, quedó paralizada a causa de la oposición de un grupo de arzobispos latinoamericanos, encabezados por el cardenal López Trujillo. Se opuso a su beatificación acusándole de comunista subversivo.

¿Gracias a quién se desbloquea la causa de beatificación?
La documentación de la causa llegó en 1996 al Vaticano, a la Congregación para las Causas de los Santos. Al ser acusado de heterodoxo por la oposición latinoamericana, toda la documentación fue remitida a la Congregación para la doctrina de la Fe. Como llegaban siempre nuevas denuncias contra Romero la causa quedó bloqueada. En 2007, rumbo a la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (Aparecida, Brasil), el papa Benedicto XVI reconoció que Oscar Romero había sido instrumentalizado y que merecía la beatificación. En diciembre de 2012, en un coloquio entre Mons. Vincenzo Paglia, postulador de la causa, y Benedicto XVI, el Papa reconoció que la causa debía regresar a la Congregación para las Causas de los Santos con el objetivo de buscar la verdad histórica sobre Romero. Así, gracias a Mons. Paglia, finalmente, Romero ha podido ser estudiado objetivamente. Se ha presentado una positio, una documentación de cerca de 1.000 páginas. La conclusión es que Romero fue mártir por odio a la fe y, por tanto, puede ser beatificado sin necesidad de milagro.

¿Por qué por odio a la fe?
Porque le dispararon en el altar, mientras celebraba la misa. Si querían asesinarlo, lo hubieran podido hacer de noche, mientras dormía. En cambio, lo asesinaron durante la misa con un claro significado antirreligioso.

¿Francisco ha ayudado en la aceleración del proceso?
Naturalmente, la presencia del papa Francisco ha ayudado. Honestamente, aunque Benedicto XVI reconoció que merecía ser beato, lo cierto es que al mismo tiempo quería respetar el trabajo del Santo Oficio. Entonces, se esperaba. Por su parte, el papa Francisco quería que la causa se acelerara. Recuerdo estar escribiendo la positio y desde la Congregación de las Causas de los Santos me llamaban para que fuera más rápido.

De toda su documentación, ¿qué importancia tiene su diario personal?
El diario personal y las homilías son sus escritos más sinceros. En cuanto a la correspondencia, hay que tener en cuenta que algunas de sus cartas fueron escritas por su secretaria. Las cuatro cartas pastorales reflejan el pensamiento de Romero en cuanto a contenido, pero no en cuanto a lenguaje. Estos documentos encargó que los escribieran intelectuales. Él no se sentía un intelectual ni un teólogo, sino un pastor.

¿El diario es su testamento espiritual?
En parte, pero hay que tener en cuenta que solo fue en el último mes cuando tuvo conciencia de que iba a ser asesinado. En un primer momento, se pensó que solo se trataba de un rumor, pero después entendió que era inevitable. Por eso, solo las últimas páginas del diario se pueden calificar de testamento espiritual. Más que el diario, su testamento espiritual son las veinte páginas de ejercicios espirituales que escribió en febrero, un mes antes de ser asesinado. Dice sobre su muerte: «Yo pongo mi vida en las manos de Dios. Dios sabrá darle el fin, la motivación a mi muerte. No quiero dar a mi muerte un significado por las cosas que amo, como mi patria, esto lo hará Dios, decida Él.» Se pone en manos de Dios. Este es su testamento espiritual. En el archivo diocesano de San Salvador se conservan tres cuadernos de apuntes manuscritos de sus ejercicios espirituales.