| 15 Novembre 2013 |
“La inmigración es un proceso inevitable” |
Lo dice el historiador y teólogo italiano Andrea Riccardi, quien fue ministro de Integración del gobierno de Monti. Es el líder de la Comunidad de Sant’Egidio, uno de los grupos de laicos católicos más importantes del mundo, y tiene una relación cercana con el Papa Francisco. “No es intelectual de biblioteca, pero leyó la biblioteca. Tiene ideas claras y eso es clave”, dice del pontífice argentino. |
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Son procesos dramáticos en los que miles de personas dejan su pueblo y corren riesgo de muerte para llegar a un destino de primer mundo donde muy probablemente serán parias. Esos dolorosos destierros ocupan su tiempo y su estudio. Explica que es indispensable atender las situaciones de los países atrasados, desde donde salen esos miles que a veces mueren intentando cruzar una frontera o antes de llegar a la costa. Recién llegado a Buenos Aires, el historiador y teólogo italiano Andrea Riccardi habla del miedo al inmigrante, de la religión y de su relación con el Papa Francisco. Riccardi señala que en su paso por el Ministerio de Integración durante el gobierno de Mario Monti (2011-2013) puso su empeño en identificar los mecanismos de reproducción de los prejuicios racistas, en un país que supo ver partir a millones buscando destinos inciertos.
-¿Por qué cree que en muchas partes se levantan barreras ante las llegadas de los inmigrantes?
-Pienso que es producto de un proceso mental en muchas partes del mundo, porque “inmigrante” significa “inseguridad” y “criminalidad” en la mentalidad de mucha gente. Pero es curioso porque por ejemplo, en Italia, trabajan mucho. La cosecha de los tomates los levantan los inmigrantes y los italianos nunca harían ese trabajo. En Italia, hay una gran profesión que se llama “cuidador” que en general son mujeres que están con los ancianos, que no lo hacen los italianos sino que lo hacen los extranjeros. Yo te diría que los extranjeros tienen una cultura de respeto del anciano. Es una simplificación pensar que porque tienen una situación frágil son delincuentes.
-Es un fenómeno que también sucede en la Argentina, a pesar que fue un país que creció con la inmigración.
Es muy extraño que los hijos de inmigrantes en la Argentina consideren invasores a los inmigrantes no europeos, a los inmigrantes paraguayos o bolivianos. Sin embargo, yo quiero decir que un fenómeno análogo está sucediendo en Italia, porque los italianos somos un pueblo de inmigrantes, en Argentina o en los Estados Unidos, y no hemos comprendido el fenómeno de la inmigración. Yo creo que en un país como Italia, hacen falta los inmigrantes. Nosotros no estamos en riesgo de invasión, a nosotros nos hacen falta los inmigrantes, por la demografía.
- ¿Cree que la vida del inmigrante siempre está vinculada con la pérdida? Porque eso sucede aunque llegue y conquiste mejores condiciones en su nuevo lugar.
En particular, yo, si viviera en el campo en Paraguay, no abandonaría mi lugar para terminar en la periferia de Buenos Aires de una manera difícil e inhumana. O los africanos que abandonan la propia ciudad, atraviesan el Desierto del Sahara y se arriesgan a morir para llegar a Europa.
-Pero sucede. Hay una necesidad que los impulsa a tomar riesgos.
-Por eso creo que tenemos dos tareas: una es gestionar la inmigración en nuestros países de una manera inteligente: sobre todo la bienvenida y el trabajo. La segunda, es ayudar a los países de donde vienen los inmigrantes a desarrollarse, con una política de colaboración.
“Yo creo que la inmigración es un fenómeno inevitable en el mundo actual. Se pueden poner fronteras, se pueden poner rejas, pero esto no detiene la inmigración porque los mensajes llegan igual y muchos sienten atracción por otros lugares”, analiza lo que entiende como un rasgo de época. "Italia en 30 años se ha convertido en un país de inmigrantes. Cuando yo era chico, en Roma, que era una ciudad ya un poco cosmopolita, mi abuela me decía: “¡Mira a los negros!” Y yo los miraba. Y pensaba: '¡Qué extraño!'. Hoy Roma se ha convertido en una ciudad como Buenos Aires, como París, etc. Una ciudad de inmigrantes.
Riccardi también es presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, uno de los grupos de laicos católicos más importantes del mundo y con fuerte llegada al Papa Francisco. Sostiene que la elección de Francisco es el efecto de una crisis que arrastra la Iglesia cuyo último acto fue la renuncia de su antecesor, Benedicto XVI, y cree que el argentino llega en un momento justo:
“No es intelectual de biblioteca, pero leyó la biblioteca. Tiene ideas claras y eso es clave. Una personalidad católica me ha dicho: ‘Pero habla como un cura de campaña’. Y yo le respondí: ‘Si todos los curas de campaña hablaran como habla Bergoglio, el mundo sería distinto’”.
Riccardi une a su conocimiento del papel de los laicos en la Iglesia una fina experiencia como académico y político. “Es normal que haya resistencia contra Francisco: de los tradicionalistas, de los perezosos, de aquellos que no quieren cambiar”, argumenta.
Cuando se le pregunta por los problemas centrales que enfrenta el Papa, responde: “No puedo permitirme decir cuáles son pero, a título personal, incluyo la familia, la evangelización, el terrorismo religioso, el diálogo, los pobres e inmigrantes, y desde luego la reforma del gobierno de la Iglesia”.
–¿Cómo toman los tradicionalistas la encuesta del Papa sobre temas tabú de la Iglesia?
–Ellos dicen: “Si se hace la encuesta, quiere decir que no se cree en los principios”. Pero Bergoglio no tiene miedo de la realidad. Es un hombre callejero. Mira a la cara de la gente. Y quiere ver la realidad. Tiene una gran autoridad porque el pueblo está con él. Los que quieren ideas nuevas están con él. En Europa tuvo una gran recepción; no sólo en Italia, sino en Francia, en Alemania. Es interesante esto.
Sobre el tema de la comunión y el matrimonio para los divorciados, Riccardi es categórico: “El Papa hará un Sínodo sobre la familia. Creo que Bergoglio no tiene una solución para imponer. Es un hombre de búsqueda”.
Alejandro Marinelli
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