Según los últimos cálculos del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) los refugiados de Sudán del Sur en la provincia septentrional de Adjumani son más de 80.000, es decir 2/3 partes del total, que llega ya a 120.000.
Los refugiados son casi todos de la etnia dinka, muchos son de la provincia de Bor y de Jonglei, y llegan a Uganda a través del paso fronterizo de Nimule, el que pueden atravesar más fácilmente aquellos que escapan de la guerra.
Al llegar a Uganda los refugiados son llevados al campo de primera acogida de Nyumanzi RC y tras esta fase inicial los refugiados son asignados a uno de los quince campos de la provincia de Adjumani. Entre estos, los dos más grandes son los de Nyumanzi RC (Reception Center) que alberga a unas 10.000 personas –el más grande de la provincia de Adjunami y probablemente de todo el país– y Nyumanzi 1, con más de 20.000 personas registradas.
En los campos la gente vive en situaciones de gran sufrimiento, cada día llegan unas 200 personas de Sudán del Sur por culpa de la violencia que está asolando la región. En el campo de primera acogida, que debería albergar a 3.000 personas, viven más de 10.000. La superpoblación provoca problemas de todo tipo: pocos servicios higiénicos, cocinas inadecuadas, agua escasa, sanidad sobrecargada, etc.
El 21 de abril un grupo de la Comunidad de Sant'Egidio de Adjumani junto a un grupo proveniente de Roma visitó los dos campos.
En Nyumanzi 1, gracias a nuestra ayuda, empezó a principios de mes una escuela elemental, la única de aquella zona del campo, que imparte educación a nueve clases. En el campo la población entre 5 y 11 años llega a los 6.000 niños (más de una cuarta parte del total).
La vida del campo durante nuestra visita parecía frenética. Muchos niños recibían la primera atención médica, otros cocinaban, había cola para el agua y en pequeñas tiendas autogestionadas.
Durante la visita se encontraron con los responsables de los campos (settlement chief) y los maestros de la escuela que mostraron el trabajo que ya habían empezado gracias a las ayudas de la Comunidad en colaboración con la diócesis de Arua (pizarras, libros, cuadernos y otro material escolar). Por ahora las clases se imparten todavía bajo los grandes árboles pero estamos trabajando para que dentro de un mes estén listas las tiendas para dar cabida a todos los estudiantes.
El encuentro con los maestros fue también una ocasión para definir mejor los aspectos didácticos y organizativos, había entusiasmo y muchas ganas de hablar, de explicar y sobre todo de tener a alguien que escuchara. Todos tenían algo que decir, incluso los que no habían tenido protagonismo alguno en el nacimiento de la escuela, y deseaban todos explicarse detalladamente. Les impresionó mucho que alguien de la ciudad del Papa hubiera ido a encontrarles y quisieron dar las gracias por la cercanía de cristianos como ellos, independientemente de la denominación.
Al final del encuentro nos hicimos una foto con el "cuerpo docente" y poco después llegó una delegación de mujeres.
Estaban contentas de que sus hijos pudieran finalmente hacer algo importante y útil.
También las mujeres, como todos, tenían muchas cosas por pedir. La última fue la que pidió Emanuel (15 años), que mientras estábamos a punto de irnos se acercó a nosotros, nos dijo en un buen inglés: "I like football. Can you help me to have a place here?".
Por último, antes de irnos, dimos una vuelta por el campo, muy extenso y distinto del campo de primera acogida. Junto a las tiendas de distintos tamaños, a veces cubiertas con telas de la ACNUR, hay espacios algo más estructurados de ONG (centros para niños, de atención sanitaria, lugares de culto, etc.) a menudo delimitados por vallas y que según los maestros podrían ser un referente para la escuela a medida que crezca. |