BARI – Un encuentro entre cristianos para escuchar el grito de dolor de las Iglesias de Oriente y encontrar juntas la soluciones posibles y oportunas a los dramáticos problemas del momento presente, y para trabajar juntos por la paz. Estas han sido las palabras del Presidente de la Comunidad de Sant'Egidio, Marco Impagliazzo, en la sesión inaugural de los trabajos de la primera cumbre intercristiana sobre el tema "¿Cuál será el futuro de los cristianos en Oriente Medio?" organizada por Sant'Egidio y por la diócesis de Bari. "El tempo de Pascua, tiempo de Resurrección –ha dicho Impagliazzo– es también el tiempo más oportuno para preguntarnos por el futuro y al mismo tiempo para ayudar a las comunidades de Oriente Medio a superar el aislamiento en el que han sido abandonadas. No podemos negarnos, ha añadido, que las denominadas grandes potencias nunca han estado tan lejos de Oriente Medio como hoy, y de ese modo Oriente Medio está más solo, mientras que potencias menores ejercen un poder negativo. El encuentro de hoy quiere ser el encuentro de una fuerza buena frente a tantas fuerzas malas que han creado situaciones de dolor: queremos unir fuerza, inteligencia y fe para encontrar juntos un futuro para las comunidades cristianas en Oriente Medio".
La inquietante pregunta sobre el futuro de los cristianos en Oriente Medio ha resonado ya en la primera sesión de trabajo presidida en la sala conciliar de la Ciudad metropolitana de Bari, por el arzobispo monseñor Francesco Coccucci. Estaban presentes también la Curia romana y de la CEI, patriarcas y representantes de las Iglesias ortodoxas y católicas de Oriente Medio: Siria, Líbano, Iraq, Turquía, Egipto y Chipre. "Tenemos muy en cuenta –ha dicho el arzobispo– los sufrimientos de aquellas iglesias, y esperamos que también este encuentro ayude a superar la conjura del silencio sobre la persecución de los cristianos, denunciada por el papa Francisco". Más clara aún ha sido la denuncia del secretario de la Conferencia episcopal italana, monseñor Nunzio Galantino, que no ha dudado en repetir "conscientemente" una frase que –ha recordado– ya ha provocado polémicas: "Es urgente y de vital importancia no rendirse y condenar con fuerza y juntos con convicción lo que presenta cada vez más los rasgos de un auténtico holocausto cristiano en Oriente Medio". "Las noticias –ha añadido– actualizan tristemente la lista de muertos que está terminada a no llegar a su fin, y el mayor peligro es dejarse superar por la impotencia". Luego ha recordado su encuentro con los refugiados de Curdistán en Iraq, "víctimas de persecuciones pero, lo que es aún más preocupante, de ser olvidadas por una opinión pública mundial indiferente o tristemente resignada", y ha citado el trabajo de la Iglesia italiana, que ha dedicado 2,6 millones de euros para construir una universidad en Erbil.
"La agonía de Oriente Medio –dijo luego monseñor Brian Farrell, secretario del Pontificio Consejo para la promoción de la unidad de los cristianos– afecta a todas las iglesias, del mismo modo que afecta a otros grupos religiosos de la región", motivo por el que "hoy más que nunca, un discurso abstracto sería una absurdidad ante la violencia, la miseria y los dramas sociales provocados por los conflictos". Ha subrayado que en la "trágica situación" que atraviesan los cristianos de Oriente Medio es fundamental "evitar toda forma de exclusivismo eclesial", puesto que "o los cristianos sobreviven juntos, o no sobrevivirán". Monseñor Farrell ha destacado que el diálogo ecuménico es el camino para "alcanzar la paz", como se indica en la Declaración común entre el papa Francisco y el patriarca ecuménico Bartolomé del pasado mayo, en la que se alentaba a "todas las partes, independientemente de sus convicciones religiosas, a continuar trabajando por la reconciliación y por un justo reconocimiento de los derechos de los pueblos".
Ese es precisamente uno de los objetivos de la cumbre intercristiana, la primera que se celebra a este nivel y en una ciudad que siempre ha sido un puente natural entre Europa y oriente: reforzar en primer lugar "la dimensión de convivencia que hoy vemos no solo en peligro sino objeto de un verdadero desmantelamiento, que esperamos que no sea imparable", como ha dicho el cardenal Leonardo Sandri, prefecto de la Congregación vaticana para las Iglesias orientales. "Esperamos –ha dicho el cardenal– que el sufrimiento de los cristianos en Oriente Medio", un auténtico "martirio de nuestros días", pueda derretir "la indiferencia" y la "inacción" a las que parece haberse resignado la comunidad internacional por las tragedias que hace años que se producen en Siria y en Iraq"; otros problemas, de tipo geopolítico, son los que están abiertos y que ponen en peligro la estabilidad de la región: "la incapacidad de exponentes –algunos cristianos– del Líbano por llegar a un consenso sobre el nuevo presidente", la prevalencia de "intereses y equilibrios de poder y de riqueza" por encima del bienestar de la población, la "cuestión entre Israel y Palestina", que no puede resolverse dejando de lado la exigencia de que todos los Estados, incluido Israel, "existan y sean defendidos y no amenazados".
En esta situación tan compleja, es tarea de los pastores cristianos de todo Oriente Medio, terminó Sandri, predicar perdón y misericordia, pues "si no avanzamos en esa dirección, no hay duda de que las bolsas de 'poder enloquecido' como ISIS, se multiplicarán, entre otros motivos porque tienen el apoyo de armas y recursos de las distintas partes interesadas".
Denuncia, pues, pero también autocrítica en las intervenciones del primer día de trabajos. Y la autocrítica no ha faltado en las palabras del profesor Tarek Mitri, greco-ortodoxo, profesor de la universidad americana de Beirut, ex ministro del gobierno libanés y antiguo negociador de la ONU en la crisis libia, que hizo la última de las intervenciones de introducción antes de que empezaran los debates entre los participantes en la cumbre. "La incertidumbre y el miedo" ampliamente compartidos en el mundo árabe, ha dicho, "revelan un sentimiento de abandono y de impotencia" que podría provocar una percepción unívoca de la realidad de un mundo árabe como "un todo indiferenciado" descuidando el deber de "discernir y reconocer la existencia de muchos de sus compatriotas musulmanes en la tendencia hegemónica de lo que se denomina 'islam político'". Los cristianos deben rechazar "el alarmismo del miedo": los momentos de sufrimiento, del miedo y de la incertidumbre son también "momentos de cambio", en los que "los cristianos no son solo las víctimas que lamentan su situación, sino que están llamados a ser protagonistas". |