BARI – Planteado como primera ocasión de encuentro y de debate entre todas las Iglesias cristianas de Oriente Medio, con los políticos y los diplomáticos que tienen la intención de hacer frente a los dramáticos problemas de aquella martirizada región del mundo, la primera cumbre intercristiana organizada por la Comunidad de Sant’Egidio y por la diócesis de Bari se cierra con una propuesta ambiciosa sobre la que ya se ha alcanzado un considerable consenso: la creación de lo que se ha llamado la "mesa de Bari", fórmula original de diálogo entre personalidades de distinta índole involucradas en la enmarañada situación mediooriental e "interlocutor privilegiado" de todas las pequeñas, medias y grandes potencias implicadas. Y también elaborar propuestas concretas de solución para las situaciones  más difíciles, empezando por Siria, presa desde hace cuatro años de una despiadada guerra civil que ha provocado miles de víctimas y cientos de miles de refugiados y desplazados". "Quizás –ha dicho el fundador de Sant'Egidio Andrea Riccardi, en la conclusión del congreso– podríamos continuar la mesa de Bari creando un vínculo operativo, problemático". El itinerario propuesto para la "mesa de Bari" es el siguiente: "Pasar de la alarma a la propuesta, y luego a su difusión y al compromiso moral y político para que sea aceptada". En este proceso podrán ser parte también los proyectos de algunos "safe haven", refugios seguros para los cristianos y las demás minorías en zonas de la región como por ejemplo la llanura de Nínive en Iraq, y la respuesta al llamamiento "Save Aleppo", lanzado en junio de 2015 por el mismo Andrea Riccardi.

Destacó esta idea en plenos trabajos de la segunda jornada de la cumbre el presidente de la Comunidad de Sant’Egidio, Marco Impagliazzo, que indicó que el Coloquio sobre el futuro de los cristianos en Oriente Medio –el día en el que los patriarcas cristianos y monseñor Paul Richard Gallagher, Secretario vaticano para las relaciones con los Estados, se confrontaron con el ministro de Exteriores italiano Paolo Gentiloni y con diplomáticos representantes de las principales potencias occidentales (EEUU, Rusia, Francia, Alemania, Reino Unido y Grecia)– se ha transformado en una gran asamblea capaz de trabajar sobre propuestas unitarias: "Una gran caja de resonancia para romper la barrera de indiferencia europea y occidental frente a tanto sufrimiento capaz de afirmar que solo el fin de la guerra y la instauración de una paz duradera podrá garantizar en el futuro una presencia libre y serena de los cristianos en Oriente Medio". Y de "dramática limpieza étnica en enteras regiones, que quizás no tiene parangón en la historia y representa casi el fin de la historia" habló el fundador de Sant'Egidio Andrea Riccardi, que añadió: "Está desapareciendo un mundo. Es un drama para los cristianos, un vacío para las sociedades musulmanas, una pérdida para el equilibrio del Mediterráneo y para la civilización".

Los jefes de las Iglesias cristianas de Siria, Turquía, Iraq, Chipre, Egipto y el Custodio de Tierra Santa Pierbattista Pizzaballa, que intervinieron en un debate rico y profundo, si bien con tonos distintos, insistieron en conceptos muy similares, y se hicieron abogados de una población extenuada por la guerra, debilitada por las discriminaciones, abandonada por Occidente, y que corre el peligro de extinguirse como comunidad identificada por una cultura y por una fe religiosa. Algunos, sobre todo el patriarca melquita de Antioquía y de todo Oriente Gregorio III Laham, pidieron a la Comunidad de Sant’Egidio que "acompañara" a los patriarcas orientales ante las potencias occidentales para que su voz llegara al máximo nivel, y pidieron una "iniciativa ecuménica de todas las Iglesias, que sea capaz de elaborar un plan común que podamos llevar a la mesa de las grandes potencias", y el arzobispo iraquí Yousif Mirkis, del patriarcado de Babilonia de los caldeos, que, tras haber definido como "una vergüenza" la insensibilidad de Europa ante el drama mediooriental, lanzó su propuesta: "Pido a Sant'Egidio que nos escolte a todos los patriarcas en las cuatro grandes capitales mundiales: Washington, Moscú, Bruselas y Nueva York, sede de las Naciones Unidas para pedir que detengan el denominado islam político, que es fuente del calvario de los cristianos y más en general de las minorías religiosas, también musulmanas". Por su parte, el arzobispo chipriota Crisóstomo II denunció la "pilatesca parálisis de los poderosos de la tierra y de las Naciones Unidas, que nacieron en nombre de la paz".

Otras voces se elevaron para denunciar el drama de la población. El patriarca siro-ortodoxo de Antioquía Ignacio Efrén II se preguntó se había que esperar cien años más, como después del genocidio de los armenios, "para que el mundo reaccione y deje de lavarse las manos por la sangre de nuestra gente", y añadió polémicamente: "¿Habrá un futuro para los cristianos en Tierra Santa y en Oriente Medio? Sin paz no, y sin paz no habrá futuro para toda la humanidad".

La situación de los cristianos coptos de Egipto, descrita por el patriarca de Alejandría Isaac Sidrak, es relativamente tranquila, mientras que "el conjunto de Oriente Medio, añadió el patriarca siro-católico de Antioquía Ignacio Youssef III Younan, "ha quedado en estos últimos años engullido por una espiral de violencia inaudita, una verdadera pesadilla que parece no tener fin".

Las respuestas a este rosario de denuncias y de alarmas vinieron de la diplomacia, empezando por la vaticana. Monseñor  Gallagher recordó que la Santa Sede "sigue con gran preocupación la situación de los cristianos en Oriente Medio, con especial atención y respeto por la vida y el sufrimiento de todas las minorías religiosas". Añadió que hay que "despertar la conciencia de la comunidad internacional porque están en juego principios fundamentales, como el valor de la vida, de la dignidad humana y de la convivencia civil". Entre los principales puntos de la situación, citó: poner fin al éxodo y "garantizar situaciones de seguridad a los cristianos que deciden quedarse y que deben ser protegidos", ayudar a los países de mayoría musulmana a "hacer frente al problema del fanatismo, a resolver el problema de la relación entre religión y Estado, pues el nexo inseparable entre religión y política y la falta de distinción entre ámbito religioso y ámbito civil hace difícil la vida para los cristianos".

Por su parte, el ministro de Exteriores italiano Paolo Gentiloni reconoció que "Europa está enferma de egoísmo, de desidia y de indiferencia: muchas veces miramos hacia otra parte; lo hicimos ante las masacres de los musulmanes en Europa, como en Srebrenica; lo hacemos ahora ante el martirio de los cristianos de Oriente, que interpela a nuestras raíces". Así pues, hay que "combatir la pedagogía del odio, tomar la palabra con intransigencia contra la desidia y la indiferencia que contaminan nuestra cultura. La justicia exige parresia, la valentía de la verdad, mientras que muchas veces quedamos atrapados por nuestro egoísmo y nuestras ilusiones". Ante las crisis más graves "hay que responder con acciones concretas de la cultura y de la diplomacia", y Gentiloni citó la propuesta de un plan de "freeze" para salvar Alepo: "la de Sant'Egidio, adoptada por Naciones Unidas –dijo–, es quizás la única opción sobre la mesa, un objetivo difícil de alcanzar pero necesario para reducir el nivel de violencia sobre el que hay que involucrar a Rusia".

El tema de la protección para los cristianos de Oriente Medio es una de las prioridades que han surgido en el debate. En palabras de Andrea Riccardi, debe "convertirse en parte de la acción de los gobiernos". El objetivo es crear zonas de tregua en Siria, como Alepo, ayudar especialmente al Líbano, llevar a cabo intervenciones humanitarias más incisivas". Por su parte, respondiendo a una pregunta concreta de una periodista sobre la oportunidad de la presencia de fuerzas de pacificación en las zonas de más peligro, Marco Impagliazzo, dijo: "Pienso que el modelo más útil es el que se ha probado en el Líbano, donde la Unifil, la fuerza de paz liderada por Italia bajo bandera de la ONU garantiza la paz y podría ser un modelo aceptado por todos porque responde a la lógica del derecho internacional. Lo que falta en la actualidad son operaciones de policía internacional: no hay un organismo que garantice un modelo de policía internacional que intervenga en situaciones de emergencia. Pedimos a las Naciones Unidas que creen modelos jurídicos para llegar a dicho resultado".

Por último, Andrea Riccardi, al finalizar los trabajos enumeró algunas conclusiones en referencia a algunos de los problemas abordados durante el debate: "No es suficiente pedir a los cristianos que se queden, hay que garantizarles que se puedan quedar de manera segura". La Comunidad de Sant’Egidio lanzó el llamamiento por Alepo y para otros "safe haven", refugios seguros para los cristianos y las minorías; un llamamiento "que pocos han secundado", denunció Riccardi: "¡Apóyenlo!". En cuanto a lo que puede hacer Sant'Egidio: "Estamos a disposición, sinceramente, inteligentemente, de manera abierta, sin planos ocultos y sin ideas hegemónicas. ¡Ayúdennos a ayudarles!".