En las dos cárceles de Tcholliré, en el norte de Camerún, hay algo más de 800 detenidos. Casi todos son jovencísimos, muchos son refugiados centroafricanos o chadianos que huyeron de sus países a causa de la guerra, y que cumplen penas de prisión por pequeños hurtos o por inmigración clandestina.
La semana pasada la Comunidad de Sant’Egidio de Garoua, tras haber repartido jabón para todos los detenidos, supo que algunos de ellos fueron arrestados por haber cortado ramas de árboles de un campo para poder hacer una hoguera. Su intención era calentarse, y también venderla paga ganar algo de dinero. Por desgracia una muchedumbre enfurecida los detuvo y los llevó ante el juez.
Tras algunos meses en la cárcel, ya habían cumplido la condena, pero debían pagar una multa. Eran refugiados pobres sin recursos, de manera que se habrían quedado en la cárcel no se sabe hasta cuándo, si no hubiera sido por los amigos de Sant'Egidio que les pagaron la multa y permitieron, así , que 9 jóvenes recuperaran la libertad.
Ahora hay que pensar en su futuro, ayudarles a encontrar un trabajo y reinserirlos en la sociedad. Al mismo tiempo, la Comunidad ha abierto un canal de colaboración con el nuevo jefe del tribunal regional, que se ha mostrado dispuesto a aplicar penas menos duras para los delitos asociados a la extrema pobreza.
Imágenes de los trabajos para mejorar las condiciones de detención realizados por la Comunidad de Sant'Egidio de Garoua
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