Barcelona

El pasado 5 de octubre se presentó en Barcelona el libro Juan Pablo II. La biografía, escrito por el Dr. Andrea Riccardi, catedrático de Historia Contemporánea y fundador de la Comunidad de Sant’Egidio, y publicado por Editorial San Pablo. El acto se celebró en el Casal del Metge. El libro fue editado, en italiano, con motivo de la beatificación de Juan Pablo II. El autor del libro conoció al Papa muy de cerca y les unía cierta amistad personal. Además, Juan Pablo II apoyó durante su pontificado la tarea de solidaridad con los pobres, la comunicación del Evangelio y la búsqueda del ecumenismo, epicentro de dicha asociación de laicos de la Iglesia católica que nació en el año 1968.
Se ha dicho que el carisma de Juan Pablo II supera al de todos los demás papas conocidos. Quizá, aparte de su carácter jovial, de su mirada profunda que estremecía los corazones, de los kilómetros recorridos por todo el planeta y del afán por saltarse los protocolos, le acompañaban otras cualidades y circunstancias que hicieron que su largo papado contribuyera a dar un giro a la historia de la Iglesia y del mundo actual.

El Papa de los jóvenes

En la mesa redonda participaron el cardenal Lluís Martínez Sistach, arzobispo de Barcelona, quien destacó que el beato Juan Pablo II no sólo convocó multitudes en vida sino también a la hora de su muerte, siendo un líder no solamente religioso. Estuvo acompañado por Jaume Castro, responsable de la Comunidad de Sant’Egidio en Barcelona; Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia, y Xavier Vidal-Folch, director adjunto de El País, quien, entre otras cosas, apuntó: «Ejerció un papado conservador en el que también nacieron iniciativas liberales y progresistas.»
A Juan Pablo II se le ha llamado el «Papa de los jóvenes», el «Papa viajero», el que por su espíritu y tenacidad era capaz de cambiar las situaciones más férreas. Y en una parte del libro el autor describe cómo ayudó al desmantelamiento del comunismo en Rusia. Enric Juliana explicó: «El autor aporta nuevos detalles y elementos desconocidos hasta ahora en las anteriores biografías, sobre todo en cuanto a la relación de Juan Pablo II con Rusia, antes y después de la perestroika. También de su crucial papel en la guerra fría y el peligro de desarme nuclear por parte de Rusia.» Y destacó la delicadeza del Papa cuando evitó que desapareciera, junto al comunismo soviético, el espíritu y la esencia del pueblo ruso. Y es que él vivió la terrible experiencia de la guerra, presente en su país natal, y las amenazas contra la cultura y la identidad de Polonia en su juventud.

Complejo y poliédrico

Por toda la trayectoria vital anterior a su pontificado, el beato Juan Pablo II se erige como un personaje «complejo y poliédrico», en palabras de Jaume Castro. Toda su biografía atraviesa los graves problemas del siglo XX. Castro destacó cuatro puntos principales de su persona: «La crisis del catolicismo y sus palabras el primer día de papado con el “¡No tengáis miedo!”. Encarnó el espíritu del Concilio Vaticano II; también era un hombre abierto pero a la vez reservado porque vivía una oración llena de amor a Jesús y en la ternura de María. Se trataba de una oración geográfica, abierta al mundo. Finalmente, no era un Papa político, pero con su fuerza tocaba los corazones y se oponía a las guerras, de tal forma que llegó a sacudir el curso de la historia.»
Y es que un personaje como Juan Pablo II, que ideó y organizó las Jornadas Mundiales de la Juventud, que se reunió con líderes religiosos y políticos, que formó a toda una generación de cristianos desde la cuna, que influyó desde su sencillez y tenacidad en el rumbo de la Iglesia, de la política y de la historia, y que hasta completó la tradición mariana del rezo del Santo Rosario con los misterios de la luz, resume las características de su personalidad y trabajo en la silla de Pedro. En una parte de su libro, Riccardi nos lo describe de distintas formas: «Hombre del Concilio», «Papa de la tradición», «anticonformista », «amigo de los pobres», «deportista», «más que un político, un político de Dios». Xavier Vidal-Folch manifestó que el autor de la obra no esconde la polémica que levantó en su vida acerca de algunas temáticas, ni tampoco los elementos críticos, pero suavizó la tensión. Y concluyó: «Juan Pablo II era un hombre de pastoral y de acción, un agitador.»
Fue un hombre que no pasó desapercibido ni por su carácter ni por su trabajo.
Las obras de este Papa han hablado elocuentemente en estos casi 27 años de pontificado. Para Vidal-Folch, fue un «agitador social»; para el cardenal Sistach, «un hombre intrépido y un gran resistente durante toda su vida»; para Enric Juliana, «un estratega», y para Jaume Castro, «el Papa que convirtió un funeral global en epifanía de la vida». En su caso, las dotes naturales y el magnetismo que ejercía sobre todo tipo de personas se perfeccionaron con el espíritu que le impulsaba y la gran fe  que tenía. Una fe que crecía por el trato con Dios en la oración y la gran confianza en la Virgen María. El lema que eligió para su pontificado (Totus Tuus) se podía interpretar como un clamor que nació del corazón de este Pontífice que al consagrarse a María de este modo total estaba confirmando el gran poder que Dios le ha otorgado a su madre y la protección especial que ejerce sobre todos los hombres de la tierra.
El cardenal Sistach argumentó así la definición de Juan Pablo II como un Papa global: «Lo demuestran sus viajes y su magisterio, especialmente en el ámbito de los derechos humanos y de la paz. En muchos momentos demostró incluso su intrepidez.» Esta valentía y arrojo eran la fuerza de la fe que contenía en su interior. Un Papa abierto a todo y a todos, un Papa moderno que no renunciaba a los avances tecnológicos y a los nuevos descubrimientos de la ciencia. Pero a su vez, un gran defensor de los derechos humanos, de la vida, de los no nacidos y, en definitiva, de los derechos de los más pobres y débiles.

Lleno de fuerza

El arzobispo de Barcelona aseguró que «la fe le impelía a no darse nunca por vencido. El Papa decía a menudo que las cosas se pueden cambiar, que se pueden modificar». Y aquí podemos rememorar uno de los pasajes del evangelio en el que se nos recuerda, por el propio Jesús, que la fe mueve montañas y cambia el curso de las cosas, a veces de las más impensables.
Nos encontramos ante la figura de un hombre lleno de fuerza que no se ha arredrado ante los problemas globales tan acuciantes del siglo XX, ni tampoco ante los personales. Hizo frente a un atentado con valentía y paz y llegó a perdonar y amar a la persona que disparó el arma. Un testimonio en el que el amor de este hombre se convierte en fuerza centrípeta que transforma las cosas. Como comentó el cardenal Lluís Martínez Sistach: «Cuanto más anciano, enfermo y menos imagen ofrecía, más jóvenes tenía a su alrededor.» O como afirmó Enric Juliana: «El espíritu Santo tuvo una visión estratégica cuando escogió como Papa al cardenal Karol Wojtyla.»